La lucha sindical en Colombia corre el riesgo de desfigurarse, por acontecimientos sucedidos en los últimos años -singularmente en el gobierno de Iván Duque, y profundizado aún más en el actual cuatrienio-. Cada vez resulta más patente que de la mera defensa de los derechos laborales se va pasando a la militancia política.
Los sindicatos de trabajadores en Colombia han sido históricamente vehículo fundamental para la representación de los intereses de los trabajadores. Sin embargo, en los últimos lustros, para varios de estos, su propósito original ha derivado también en activismo político con una revelada inclinación hacia los postulados ideológicos que defienden los movimientos cercanos al Gobierno.
Inquieta que esa deriva disminuya su función gremial por convertirse en sujetos políticos activos, promoviendo agendas ideológicas que van más allá de la defensa de los derechos laborales, pues esa función es propia de los partidos y movimientos políticos. Y no es deseable por cuanto puede desdibujares en la opinión pública el sentido prístino de los sindicatos, su razón de ser.
Para partidos y movimientos políticos hay de todos los gustos, y un obrero tiene de sobra para escoger de entre tantas opciones. Pero no debería preguntarse si es pertinente o no afiliarse a un sindicato si ello representa militar en una línea política con la que no siempre se comparten ideales, sobre todo cuando en la práctica nacional la política se convierte en politiquería o en clientelismo.
La ley colombiana reafirma el derecho constitucional de los trabajadores a asociarse libremente en defensa de sus intereses. Entonces no resulta provechoso para el crecimiento de las bases sindicales, y de las afiliaciones, que la dirigencia sindical también emplee esa libertad para alinearse con movimientos políticos específicos, perdiendo su independencia y convirtiéndose en plataformas de activismo político, como privilegiando las órdenes que provienen de quienes ostentan el poder estatal más que en solo defensores de los derechos laborales, que también deben protegerse de las interferencias oficiales.
Claro que tiene que preocupar que una porción importante del sindicalismo esgrima un apoyo militante a quienes ostentan el poder político desde el control del Estado y de sus Fuerzas Militares, en cuanto ese respaldo lógicamente responde, más que a los intereses de los trabajadores, a los de una agenda política.
La participación activa de sindicatos en movilizaciones políticas promovidas por el establecimiento, esto es, por quien ostenta el poder estatal y su influencia en decisiones gubernamentales, tiene que llamar la atención sobre cuál es su verdadera función. Sus dirigentes están obligados a cuidarse de que nunca se entienda que las asociaciones sindicales puedan ser instrumentos de agendas políticas partidistas.