El presidente de la República anunció que asistirá a la reunión convocada por Xi Jingping, presidente de China, en el marco de la iniciativa “Ruta y Franja de la Seda del Siglo XXI” que se desarrollará en Pekín a partir del próximo 14 mayo, bajo las investiduras de jefe de Estado de Colombia y presidente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
El propósito central de la asistencia del primer mandatario al Foro China-Celac, en el que participarán mandatarios de países latinoamericanos, es formalizar la adhesión de Colombia a la citada iniciativa.
A no dudarlo, y a pesar de que el país viene preparándose para ingresar al grupo de naciones que conforman la atractiva Ruta de la Seda, es mal momento para hacerlo debido a las perturbaciones que puede provocar en las relaciones con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial.
Es tan clara la preocupación que la ministra de relaciones exteriores citó a los miembros de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores para una reunión el pasado 8 de mayo, la cual se frustró por la desautorización dada por el presidente Petro, seguramente considerando que la Comisión Asesora concluiría que la adhesión a la iniciativa no es recomendable, al menos en este momento.
Semejante paso de Colombia, que antes del inicio del mandato de Trump solo traería ventajas al país, ahora suscita profunda inquietud entre los dolientes directos de lo que ocurra con el manejo de las relaciones exteriores, los empresarios, quienes se preguntan si vale la pena adherir en este momento a la iniciativa si, como dijo el presidente, “será tarea de los próximos gobiernos de materializarla”, con lo cual nos podríamos quedar con los efectos negativos del “pecado pero sin el género”.
Para el gobierno de Trump esa iniciativa de la Ruta no esconde la estrategia China de captar lealtades con el mayor número de naciones, incluso con enormes inversiones en sus economías, en tanto que para Pekín solo se trata de compartir la prosperidad con el mayor número de países. Sin embargo, siendo el segundo aliado comercial de Colombia, después de EE. UU., cualquier acercamiento con ese coloso oriental es apenas natural, lo cual exige entonces un arte de malabarismo de nuestra diplomacia, que no está pasando por su mejor momento, al punto que nadie le ha explicado al país cuál es la estrategia de largo plazo de nuestro Gobierno.
En esta tribuna, el año pasado, habíamos afirmado que un objetivo lógico de la diplomacia sería lograr balancear el actual déficit comercial con China, llevando hacia ese gran mercado más bienes y servicios producidos en suelo patrio e incorporando al país en la Ruta de la Seda.
Hoy vale la pena repensar esa estrategia, considerando los efectos directos que puede propinar al empresariado nacional adherir a esa iniciativa de cara a las amenazas lanzadas sin pudor por el presidente Trump.