La semana pasada el Concejo aprobó una nueva reglamentación para controlar la publicidad exterior visual y proteger el paisaje urbano y el ordenamiento de la ciudad, conforme con proyecto presentado por el alcalde y enriquecido en esa corporación.
Entre las nuevas disposiciones se establecen normas para la instalación, mantenimiento y control de elementos publicitarios con miras a ponerle freno a la proliferación descontrolada de vallas, avisos, pendones y demás piezas publicitarias que ocupan el espacio público sin mayor control, y que pueden durar meses o años sin que sus autores o responsables, ni autoridad alguna los remuevan.
La nueva reglamentación actualiza el Acuerdo 041 de 2007 en cuanto a que dota a la administración de herramientas más eficaces para ejercer vigilancia sobre estas especies de publicidad fijando un marco legal y técnico para regular el tipo, ubicación, tamaño y características de toda forma de comunicación visual –temporal o permanente, fija o móvil– con fines comerciales, cívicos, culturales, políticos, institucionales o informativos.
En verdad que hacía falta esa actualización, como hace falta la voluntad y determinación de los funcionarios responsables de la conservación del espacio público, de mantener a la ciudad libre de toda publicidad que riña con esas normas dirigidas a un buen ornato, en tiempos donde distintas formas de publicidad se han vuelto comunes en prácticamente todos los barrios de Cartagena.
Tiene sentido que la Alcaldía planifique, organice y emprenda un gran operativo, que tome varias semanas, que visite todos los barrios de la ciudad para remover la publicidad exterior instalada en sitios que interfieran con la movilidad peatonal o afectan la señalización vial, así como en mobiliario urbano (luminarias, postes, puentes, árboles, etc.) e inmuebles residenciales, que agreden la estética urbana y violan flagrantemente la vieja y la nueva norma sobre este tópico.
Pero también tiene sentido una revisión de la publicidad en los establecimientos de comercio. Algunas de las enseñas, símbolos o imágenes en general que se ponen o fijan en las fachadas de los locales comerciales, o mediante mobiliario al frente de estos, son una verdadera afrenta contra la estética, en exceso invasivos, dañando severamente la buena presentación pues se constituyen en ejemplos de lo que significa el mal gusto; ¿hasta qué punto la comunidad tiene que soportar a comerciantes que, amparados en la libertad de empresa, emplean distintivos o signos con diseños horribles para llamar la atención de potenciales clientes?
La publicidad caótica, invasiva o que afea a la ciudad no solo la instalan o se ve en el espacio público; también pulula en edificaciones o locales comerciales que agreden la visual y, por ende, dañan la estética de una ciudad que está llamada a ser la más bella del Caribe.