Esta Semana Santa los cartageneros vieron -y muchos vivieron- los efectos de haber incluido a la ciudad dentro de la ruta de ciudades reconocidas como destinos turísticos religiosos, iniciativa que comenzó a implementarse en la agenda de esta celebración en 2024.
Una mirada ideológica de los asuntos generales de ciudad, influida por los defectos de la extrema corrección política, incluiría el rompimiento de lo público con los valores, sentimientos y creencias individuales de los gobernados, con lo cual los temas religiosos no tendrían cabida en la agenda pública a cargo de los servidores oficiales, por esa percepción de la separación radical de los asuntos del Estado con las creencias de los ciudadanos. ¡Nada más equivocado!
Se espera de quienes gobiernan tener la sensibilidad para comprender cuáles son los asuntos que más conciernen a los distintos grupos sociales o culturales; sólo esa comprensión puede contribuir a encontrar vías de atención a esos sentimientos y cómo puede el Gobierno acercarse a las comunidades para darles continuidad y plena realización, siempre que se trate de tradiciones que no atenten contra el orden público, las buenas costumbre o la moral social, tal como han definido estos conceptos la ley y la jurisprudencia.
El turismo religioso, cuando se combina con las tradiciones más anejas de una vasta comunidad en una urbe o sitio en concreto, resulta en uno de los factores con más beneficios para la dinámica y cohesión ciudadana, agregando, además, frutos para la economía, lo cual resulta evidente en aquellos destinos turísticos que cuentan con edificaciones monumentales construidas para la adoración de los creyentes, pero que desde hace lustros dejaron de ser solo del interés de estos.
No se concibe un recorrido por las ciudades más representativas del Viejo Mundo sin visitar sus imponentes catedrales, basílicas, santuarios, mezquitas, sinagogas, monasterios y demás edificaciones levantadas para la adoración de Dios, incluso para turistas que no profesan fe alguna.
Y en esta Semana Mayor pudimos ver aún con más claridad lo que supone quedar incluidos en la movilización anual de turistas que invierten decenas de millones en la experiencia de vivir una poderosa tradición, más significativa aún en países de herencia hispánica, por lo que esa irrigación de recursos conlleva en las economías locales, lo que en algunas ciudades europeas y de Oriente representa un mundo de oportunidades para quienes viven formal e informalmente del turismo.
Hay que felicitar a las autoridades distritales, religiosas, gremios, organizaciones civiles, empresarios y a decenas de voluntarios que pusieron tanto de sí para que la estrategia diseñada desde el año pasado, dirigida a que la ciudad se inserte dentro de las rutas de los afamados destinos de turismo religioso, comience a concretarse exitosamente.