comscore
Editorial

El sentido de autoridad

“Cualquier abuso del derecho propio, esto es, el ejercicio arbitrario de un derecho, degenera en libertinaje, que es conducta malsana no solo para los terceros afectados con esta”.

Compartir

Hay que recuperar el sentido de autoridad. Desde hace años ese concepto fue abandonado por la gobernanza local, desde las que sucumbieron a la corriente que pretende sustituir el concepto de convivencia por el de libertinaje, en el que se le da más importancia al querer de cada quién por encima de la cohesión social (que impone deberes comunitarios de abstención), todo supuestamente soportado en los postulados del libre desarrollo de la personalidad y de la libre empresa, que tienen otro significado.

Dos ejemplos, de entre muchos que podrían citarse, tienen que ver con la permisión que acolitó la toma del Centro por el crimen organizado que, bajo el pretexto del libre ejercicio de un oficio legítimo, como es la prostitución, se posesionó de esa joya patrimonial para propiciar la esclavitud sexual, singularmente de niñas, niños y adolescentes, convirtiendo a Cartagena de Indias en destino de turismo excelso para bandas de monstruos depredadores.

Esa misma tergiversación del sentido de autoridad y del ejercicio de la libertad de empresa mal entendida llevó a que, propietarios y conductores de chivas rumberas, despreciaran sin ningún rubor a los ciudadanos con derecho a exigir del Estado la protección de sus espacios mínimos de reposo, tranquilidad y sueño, pues en vez de escuchar los reclamos de la ciudadanía, optaron por abusar, ad nauseam, de una libertad mal entendida que en estos casos se convirtió en avieso libertinaje.

Cualquier abuso del derecho propio, esto es, el ejercicio arbitrario de un derecho, degenera inevitablemente en libertinaje, que es conducta malsana no solo para los terceros directa o indirectamente afectados con esta. Es singularmente dañoso para quien la ejecuta, pues en algún momento la sociedad reacciona contra esos excesos, con lo cual el castigo, que resultaba innecesario cuando se dio el momento de corregir el error, se convierte en aplicación de una norma superior, escrita o no, ejecutada o no por autoridad legítima.

En Cartagena muchos ciudadanos hacen lo que les viene en gana, sin considerar los efectos que sus conductas u omisiones propinan al prójimo y, a mediano o largo plazo, a sí mismos o a sus familias. Esa tendencia no es solo por esa particularidad de ser irreverentes, que no tiene por qué ser negativa. Es, por el contrario, una carencia generalizada -la ausencia de autoridad- la que degenera, entre otros males, en la pérdida de interés o necesidad en el autocontrol por cada ciudadano, porque estos concluyen que el Estado no merece respeto, pues solo existe para cobrar impuestos, exigir coimas y hacer la vida más difícil a sus gobernados.

Demorado estuvo el Estado local en aplicar la ley al negocio de las chivas rumberas. Solo quienes las padecen noche a noche, sin parar, pueden dar fe de lo que perturban sus excesos.

¿Había que esperar a que llegaran las restricciones?

Únete a nuestro canal de WhatsApp
Reciba noticias de EU en Google News