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Editorial

Una salida aplazada

No fue una sino varias veces que minimizó hechos gravísimos o no informó debidamente sobre sus existencias o causas.

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No era necesario esperar a que el exministro de Defensa, Guillermo Botero, quedara expuesto al trámite de la moción de censura en el Congreso para acelerar su salida. Desde el inicio de su gestión mostró gestos que incomodaron a la opinión pública antes que a la clase política.

No faltaron desde distintos flancos señalamientos tempranos sobre notables desaciertos que no tenían que ver solo con los actos de dirección del Ministerio, sino también sobre las maneras y el fondo de sus ideas en temas sensibles, lo que muy pronto lo alejaron de los afectos del público.

La situación se puso de tal suerte que desde las mismas huestes gobiernistas se oyeron voces que recomendaban el relevo en tan crucial Ministerio. Por lo tanto, aunque hoy pudiera decirse que lo tumbó la oposición al Gobierno, lo cierto es que en la mente de sectores que no le han dado la espalda a Duque, se clamaba desde hace meses, en privado y en público, la designación de un perfil más acorde con lo que está ocurriendo tanto al interior de las Fuerzas Armadas como en los territorios; pero, singularmente, en cuanto a la inteligencia militar y la visión que se tiene del contexto internacional.

Baste mencionar solo algunos episodios para afirmar que la demora en su renuncia o en su remoción no puede explicarse sino en la lealtad del jefe con el servidor, a costa de la imagen del gobernante, o en aquella clase de terquedad que no genera frutos. En efecto, cómo pasar por alto sus censuras a la protesta social antes de tomar posesión del cargo, lo cual mostró que la prudencia que se depreca del estadista no sería constante compañera en sus ejecuciones. Ya como ministro, muy pronto tuvo que dar explicaciones sobre sus declaraciones relativas a la financiación de las protestas con recursos de origen criminal, sin que hubiera exhibido las pruebas de sus graves asertos, con lo que se percibió más a un líder de la defensa nacional emitiendo opiniones que dictando pautas sobre bases incontrovertibles.

No fue una sino varias veces que minimizó hechos gravísimos o no informó debidamente sobre sus existencias o causas, como el del asesinato de Dímar Torres, o el de la situación de inseguridad en Puerto Carreño. Pero, a no dudarlo, el momento más crítico fue el ridículo al que quedó expuesto el Jefe del Estado con la revelación de que las fotos contenidas en un informe elaborado por la inteligencia militar que presentó ante la Asamblea General de la ONU, que en verdad fueron bajadas de internet, con lo cual el esfuerzo para probar el evidente apoyo de Maduro a las disidencias armadas resultó un rotundo fracaso. En ese momento, por la gravedad de los hechos, ya la suerte del ministro Botero estaba echada.

Sería un error insistir en que el Gobierno entregó a la oposición, en bandeja de plata, la cabeza de un miembro del alto gabinete. Más aún, hay un margen de movilidad en los ministerios y otras dependencias que se vienen aplazando y que le serán cobradas al presidente Duque si no logra percibir que es tiempo de cambios. No en vano en la alta política se ha usado la histórica expresión de que “los cardenales están para que el papa no se caiga”.

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