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Editorial

Envejecimiento mundial

La cara negativa de la moneda del desconcertante decrecimiento poblacional es que cada vez habrá menos personas en el mercado laboral.

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El envejecimiento mundial plantea retos que no se han medido con suficiencia. Durante años, las Naciones Unidas, los estados desarrollados, multinacionales, entre otros grupos de influencia global, se han empeñado en decrecer la población mundial con el razonable argumento de hacer viable este planeta y armonizar al ser humano con el medio ambiente.

Pero ahora resulta que tal vez esas campañas han sido más eficientes de lo esperado. Nada más Colombia, que fijó por años sus proyecciones para una población que se avizoraba en 50 millones de personas en 2018, de conformidad con el censo del año pasado, si acaso llegaremos a 36 millones. Nadie acertó con un pronóstico semejante, y los economistas no terminan de analizar qué impactos generará ese desfase y cómo adaptaremos los presupuestos y la planeación de la intervención del Estado a esta nueva realidad.

Según el DANE, el porcentaje de colombianos mayores de 60 años ha aumentado, así como la edad media de estos. En 1985, el porcentaje de personas que tenían más de 60 años era de 3.98%. La cifra, 33 años después, es de 9.23%.

En cuanto a la edad promedio, si en el censo de 2005 fue de 22 años, en el 2018 los datos hasta ahora revelados señalan que es de 31 años. De la misma manera, la esperanza de vida pasó de 68 años en 1985 a 74 años ahora.

Pero igual está pasando a lo largo del planeta. En EE. UU., por ejemplo, el censo recientemente publicado también muestra un país más envejecido. Y en la región, naciones como Cuba, Puerto Rico y Uruguay cuentan con un 15% de su población mayor a 65 años.

Un informe de la ONU sobre envejecimiento en el mundo de 2017, estima que en América Latina y el Caribe hay 76 millones de personas mayores de 60 años y que para 2050 esta cifra alcanzaría los 198.2 millones.

Según expertos, los planes de salud pública, los programas enfocados en la prevención, la reducción en la tasa de mortalidad de niños, el aumento en la esperanza de vida, la decisión de tener menos hijos, o el aumento de las mujeres en el mercado laboral, son algunas de las causas. La cara negativa de la moneda del desconcertante decrecimiento poblacional es que cada vez habrá menos personas en el mercado laboral contribuyendo al sostenimiento de los regímenes de seguridad social, con las consecuencias gravosas para el bienestar de las personas adultas, pues cada vez habrá menos aportantes que puedan nutrir los fondos para el pago de pensiones de vejez o de invalidez.

Según la ONU, el envejecimiento poblacional está destinado a convertirse en una de las transformaciones sociales más importantes del siglo XXI, con implicaciones para casi todos los sectores, incluidos mercados laborales y financieros, la demanda de bienes y servicios, como la vivienda, el transporte y la protección social, así como las estructuras familiares y los lazos intergeneracionales.

No es descabellado entablar un diálogo sobre cuál debe ser la política pública frente a las realidades que ha traído el rompimiento del balance entre las generaciones que envejecen y las que les suceden.

“La cara negativa de la moneda del desconcertante decrecimiento poblacional es que cada vez habrá menos personas en el mercado laboral (...)”.

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