El brazalete electrónico que le ponen en el tobillo a los delincuentes que no cumplen su pena tras las rejas sino que los envían a sus casas, sigue siendo una vergüenza.
La falta de personal del Inpec para atender las alertas, y de infraestructrura, las fallas en los dispositivos, y la corrupción, son aprovechadas por las personas que gozan de detención domiciliaria, para burlarse de la Justicia.
El caso más sonado el mes pasado fue el de alias la Diabla, en Barranquilla, quien pese a portar este brazalete, salía de su casa cuando ella quería. La última vez fue recapturada en una discoteca mientras, según ella, celebraba su cumpleaños.
Es alarmante la cantidad de capturas que hace la Policía, de personas que están por fuera de sus casas portando el brazalete. En Cartagena, en cinco meses de 2018, ya había 44 reclusos detenidos por esta falta.
Más preocupante aún es que ese número sobrepasa de lejos a las capturas hechas en 2017, cuando fueron 15 los detenidos al fugarse de sus casas.
En la Región Caribe hay 1.400 personas que portan esta medida de control, y más de 5.000 en todo el país que tienen el beneficio de casa por cárcel, sin embargo, es bochornoso saber que muchas de ellas, según el reporte de Policía y Fiscalía, han sido sorprendidas cometiendo nuevos delitos, desde atracos hasta homicidios.
Un informe que publicó El Universal ayer, dice que de los 2.600 reclusos que tienen casa por cárcel en Cartagena, 234 condenados, sindicados, imputados o acusados son los que portan brazaletes. Es absurdo que solo 3 guardias del Inpec sean los encargados de vigilar a todas estas personas, tengan o no brazalete. Con razón no fue nada difícil para Wilfran Quiroz, el polémico constructor del edificio Portales de Blas de Lezo, hoy tras las rejas, escapar de su casa.
Lo peor es que desde hace tres meses se acabaron los brazaletes, “por falta de presupuesto”, como denunció Edward Montaño, presidente del Sindicato de Empleados Unidos Penitenciarios.
La imagen de la Justicia colombiana está en el ojo del huracán, y situaciones penosas como estas no hacen otra cosa que agravar esa sensación negativa y de rechazo que tiene la sociedad.
Y es que la forma en la que burlan el control es casi siempre la misma. Alias la Diabla, por ejemplo, dejaba el brazalete encima de la nevera para aprovechar la vibración que genera este electrodoméstico. Otras personas se lo ponen a la pata de un animal para despistar con el movimiento.
También es lamentable todo lo que demora el proceso desde que el Centro de Monitoreo de Brazaletes Electrónicos del Inpec en Bogotá recibe la alerta de sospecha, hasta que se reporta a esta ciudad. Puede durar un par de días, y luego dos días más “si hay disponibilidad de personal” para atender el caso, lo que le da tiempo al delincuente para pensar bien la excusa cuando lo vayan a buscar a casa.
Ojalá el nuevo Gobierno sí encuentre una solución de fondo al sistema carcelario, ya que este es un asunto en el que la corrupción es evidente y en el que la injusticia campea.