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Editorial

La UAF y la tenencia de la tierra

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Ahora que se comienzan a perfilar algunas precandidaturas para la presidencia de Colombia, se comienzan a esgrimir también diversos puntos de vista, uno de los cuales es por supuesto la tenencia de la tierra, y muy especialmente a la luz de los Acuerdos con las Farc.

Los candidatos de centro y de derecha respetarán la propiedad privada de la tierra, y algunos de la izquierda reclaman su uso social, es decir, expropiarían a los ‘terratenientes’ cada vez que pudieran hacerlo, y alguno hasta dejó la impresión de estar convencido de que ese solo hecho -‘exprópiese’-multiplicaría su productividad y producción solo por pasar de las manos de un rico, a las de varios campesinos pobres.

Las ideologías y el populismo, sin embargo, no arreglan las tierras, no mejoran las cosechas, ni hacen que una finca pueda cargar más ganado, si acaso ese es su mejor uso. Se necesita entonces mucha seriedad técnica para que la tierra que vaya a ser entregada a campesinos, que se supone saldrá de las miles de hectáreas que han sido decomisadas y que decomisarán al narcotráfico, pueda ser productiva y les permita progresar, en vez de convertírseles en un lastre.

La calidad de la tierra varía de un lugar a otro y por eso las Unidades Agrícolas Familiares (UAF) no pueden ser iguales en tamaño en todas partes. El artículo 38 de la Ley 160 de 1994 (inciso segundo) define la Unidad Agrícola Familiar (UAF), “como la empresa básica de producción agrícola, pecuaria, acuícola o forestal cuya extensión conforme a las condiciones agroecológicas de la zona y con tecnología adecuada permite a la familia remunerar su trabajo y disponer de un excedente capitalizable que coadyuve a la formación de su patrimonio”.

Es decir, que la UAF le permita al campesino que trabaje, coma, viva, levante una familia, y ahorre.

La clave allí para lograr el propósito de la UAF es la ‘tecnología adecuada’, una expresión que parece inocua pero que encierra la clave del éxito, porque incluye la genética animal, el reguío para pastos y productos agrícolas, las cercas eléctricas, las drogas veterinarias para ganado y demás especies pecuarias, los abonos y demás insumos. Y el otro componente clave es “conforme a las condiciones agroecológicas de la zona”, porque una mala tierra solo hace perder dinero y esfuerzo.

En resumen, es imperativo que los candidatos a la presidencia entiendan de qué se trata el campo, para que hablen mucha menos basura y se muevan menos por el populismo y más por los conocimientos precisos. Así el país se evitará más conflictos y frustraciones.

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