Como muchos grandes héroes deportivos de nuestro país, el inolvidable Alcibiades Jaramillo, lanzador derecho del béisbol de Bolívar y Colombia en los años 60 y 70, que fue catalogado como uno de los más grandes de todos los tiempos, hoy vive en la pobreza extrema y padece sus males.
¿Qué pasó con él? Al contrario de otras glorias deportivas que viven con una pensión digna que mensualmente les otorga el Estado, el insigne lanzador de las épocas grandes del béisbol nacional sobrevive raspando el día a día, aunque le dio grandes alegrías a la afición.
Hoy, con 68 años de edad, este héroe nacional vive con dificultades en un rincón del estadio de béisbol menor Club de Leones. En ese espacio estrecho y sofocante, duerme, come y se asea. Da mucha tristeza que una gloria como él pase el otoño de su vida sin saber qué le traerá el mañana.
Él recuerda, ya despojado de todo rencor y todo resentimiento, que en la plenitud de su brillantez le ofrecieron una casa, pero al paso del tiempo todo quedó en palabras.
Alcibiades Jaramillo jugó en la época más satisfactoria de la pelota caliente colombiana y demostró un talento único. Muy pocos lanzadores en el mundo han dejado una huella imborrable en la historia de este deporte, como el récord de 122 entradas seguidas sin permitir una carrera. Una marca que es casi imposible de igualar, porque hoy existen lanzadores del medio y taponeros que juegan pocas entradas, a diferencia de su época, en la que era usual ver a un pitcher lanzar las nueve entradas seguidas.
Alcibiades Jaramillo las lanzaba. Y si al día siguiente había que lanzar de nuevo, ahí estaba él con su potente brazo colgando cero tras cero sin agotarse.
En el Campeonato Nacional de 1968 en Montería, su brazo derecho llevó a Bolívar a la reconquista del título y Alcibiades ganó cinco juegos seguidos, a Cesar, Atlántico, San Andrés, Antioquia, Córdoba y San Andrés, sin que ningún bateador que cruzó el plato pudiera anotarle una carrera. La historia todavía recuerda con asombro esa hazaña única.
De nada le valió ser el más grande y entrenar después a tantos muchachos con sueños de llegar a las Grandes Ligas, como lo hizo en Cali durante 28 años.
Alcibiades, quien fue portada de los más prestigiosos periódicos de la época, sueña ahora con otra gloria: tener una casa propia, donde vivir sin las estrecheces y las sofocaciones de su refugio de ahora, y aunque quiere seguir trabajando en el Club de Leones, desea dormir en su propia casa.
Lo más importante es que está lúcido y ha recibido el invaluable apoyo de sus compañeros de la época como Bartolo Gaviria, Abel Leal, Alejandro Lián, Eusebio Moreno y tantos otros a los que la vida trató con menos dureza, que están satisfechos de su esfuerzo y dedicación en el deporte que los llevó al estrellato.
Alcibiades necesita ahora más que nunca el apoyo del Estado, de sus amigos y de la población entera para reencontrarse con su familia y con su propia dignidad.