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Editorial

No más precios abusivos

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La Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) anunció hace poco que abrió investigación y elevó pliego de cargos a las cinco principales empresas cementeras de Colombia, por un presunto acuerdo para fijar precios y repartirse el mercado del cemento gris, lo cual trajo como consecuencia incrementos desmedidos en los precios de ese producto, alma y nervio de la industria de la construcción.

La semana pasada, la Comisión Nacional de Precios de Medicamentos y Dispositivos Médicos decidió regular el costo de 189 medicamentos específicos de valor muy elevado, la mayoría por fuera del POS. Las denuncias de Juan Gossaín en El Tiempo y los debates que provocaron sin duda ayudaron a tomar esta decisión.
En varias publicaciones de economía se han escrito artículos quejándose de que ciertos hoteles agregan cargos a sus tarifas básicas por habitación, lo que se suma a las tasas elevadas de intermediación de las agencias de turismo, haciendo que los paquetes de viaje a Colombia tengan precios exorbitantes.
A comienzos del mes, algunas empresas colombianas grandes se quejaban de que las tarifas altas de energía pagadas durante el primer trimestre amenazaban su desempeño para 2013, corroborando el estudio que hizo el Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería, el cual reveló que nuestro sector industrial paga la energía más cara en América Latina.
Estas quejas y alerta sobre desmesura en los precios de ciertos bienes y servicios no son la cantaleta (muchas veces justificada) de los colombianos por el aumento en el costo de la vida, sino una realidad palpable y documentada de que muchos sectores de la economía hacen depender sus utilidades de los precios altos con prácticas monopolísticas o disfrazando cobros injustificados.
Como ocurre con casi todos los procesos económicos, este de los precios altos sin control antimonopolístico es un círculo vicioso que afecta el crecimiento y el bienestar, porque hay un tope a partir del cual menos gente podrá comprar, las empresas tendrán que reducir costos para compensar despidiendo empleados, que se sumarán a quienes no tienen poder adquisitivo…; y así sucesivamente.
Por supuesto, este panorama apocalíptico no sobrevendría de la noche a la mañana, porque ciertos procesos lo contrarrestan, empujando la economía hacia el equilibrio, pero de todas formas tendrá efectos contundentes en la brecha entre ricos y pobres, ya que solo determinadas personas podrán adquirir los bienes y servicios que suban sin control.
Una economía sana garantiza que no haya sectores que aprovechen su posición dominante o se unan con sus competidores para mantener precios altos.
El paradigma del liberalismo económico, que es también el de las sociedades libres, es la competencia abierta que beneficia a los consumidores con precios justos.
A buena hora los organismos de control están empezando a actuar, ojalá en serio esta vez.

 

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