La Fundación Saldarriaga Concha, organización dedicada a desarrollar iniciativas “para mejorar las condiciones de vida y favorecer las oportunidades de participación e inclusión social de las personas con discapacidad y de las personas mayores”, publicó un informe inquietante sobre el maltrato y abuso contra los adultos mayores en Colombia, con motivo del Día Mundial de Toma de Conciencia en Contra del Abuso y Maltrato de la Vejez, el próximo 15 de junio.
En los tres primeros meses de este año, se registraron en el país 1.257 casos de maltrato contra las personas mayores, entre ellos 96 homicidios, según las estadísticas del Instituto Nacional de Medicina Legal.
Estas cifras esconden el drama de la desprotección de los ancianos en Colombia, de los cuales sólo el 30% goza de una pensión que les permite tener independencia económica y acceso permanente a los servicios de salud.
Es decir, el 70% está en asilos públicos, abandonados totalmente, o son dependientes de familiares o allegados, que en muchas ocasiones se convierten en agresores.
El menor de los atropellos a los ancianos es la indiferencia –una retribución infame al esfuerzo de quienes fueron responsables de nuestro crecimiento, formación y educación–, y de aquí en adelante siguen los lenguajes que estereotipan a los ancianos, y los comportamientos que los catalogan y tratan como seres inútiles que no pueden ofrecerle nada a la sociedad, para terminar en las agresiones físicas.
La psiquiatra Lina María González, que ha trabajado casi toda su vida con adultos mayores y quien es una de las principales consultoras de la Fundación Saldarriaga Concha, hace mucho énfasis en la vulnerabilidad de los ancianos, que está ligada “a la situación cultural, social e individual de esta población, que vive en un entorno de desconocimiento del proceso de envejecimiento”.
Lo cierto es que muchos jóvenes y adultos hasta más o menos 50 años de edad manejan los términos vejez y envejecimiento como sinónimos, y el concepto que tienen al respecto está relacionado con la inutilidad, el estorbo y la imposibilidad de prestar algún servicio a la sociedad.
La prueba de ello está en las expresiones usadas para menospreciar, ridiculizar y convertir a la vejez en un problema molestoso, lo que finalmente lleva a marginar por razón de la edad, otra forma de discriminación.
Tal como es irrespetuosa la expresión “tan fácil de manejar que hasta un niño puede hacerlo”, también lo es “fumar envejece”, que se utiliza en campañas contra el tabaco.
Igual de reprochables son los términos condescendientes que intentan comunicar un falso respeto hacia los ancianos, y que son inexactos, como “abuelitos”.
Todos los seres humanos estamos envejeciendo desde el momento en que nacemos, y la vejez es una etapa a la que casi todos llegaremos, y en muchos casos con capacidad para transmitir una valiosa experiencia.