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Editorial

El centralismo ambiental

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Participaron 170 gobiernos para “asegurar el comercio legal, sostenible y rastreable” de fauna y flora. Colombia llevó una delegación compuesta por los ministerios de Relaciones Exteriores y Ambiente y Desarrollo Sostenible, los institutos de Investigación Von Humboldt e Invemar y la Corporación Autónoma Regional del Valle del SINU (CVS).
Según reporte del MADS (Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible), también de ayer, la delegación colombiana fue muy exitosa, ya que “logró una importante victoria al conseguir que la propuesta para la protección del tiburón punta blanca oceánico, así como las apoyadas sobre el tiburón martillo y manta rayas, fueran adoptadas por 141 Partes en la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención sobre Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestres (CITES)”.
El reporte del MADS añade: “El balance final es positivo para el país, si se considera que por más de 10 años diversos países habían realizado intentos fallidos por dar protección especial a los tiburones”.
Entre los éxitos también están “Complementar medidas ya adoptadas sobre la conservación de las especies por parte de los Organismos Regionales de Ordenamiento Pesquero, dando alcance global a la sostenibilidad de la especie”.
Las declaraciones del MADS son maravillosas, llenas de entusiasmo, y obligan a sentir orgullo patrio. Pero al mismo tiempo preocupan por surrealistas, porque parece que provinieran de otro país.
Y quizá es así, porque el centralismo obra de formas misteriosas, tanto, que en la lista de participantes en la reunión de CITES no están el ministerio de Agricultura ni el Incoder, que depende del primero; ni mucho menos el Inpa, que depende del segundo, y que otorga las licencias de pesca en Colombia.
Entre las licencias de pesca están las otorgadas a los palangreros, quienes emplean artes de pesca no selectivas con cientos de miles de anzuelos esparcidos por nuestras aguas que, entre otras cosas, capturan y matan ¿adivinen qué?
Pues precisamente los tiburones punta blanca, los que orgullosamente creen proteger los ingenuos del MADS y entidades acompañantes que enviaron el comunicado de prensa lleno de orgullo y optimismo citado arriba.
Dichas entidades deberían viajar de vez en cuando al Caribe colombiano e investigar qué otras especies capturan los palangreros y en qué cantidades. Por el momento, juegan un papel bastante ingenuo y penoso al no saber qué hacen otras entidades del Estado a contrapelo de su trabajo y del interés general.
El anterior es un ejemplo vergonzoso de las torpezas del centralismo, que permite que unas entidades torpedeen el buen trabajo de otras. Ni los 2.600 metros más cerca de las estrellas les sirven a los burócratas para entender qué pasa en la periferia del país.

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