Hace pocos meses estalló un brote de inconformidad ganadera en Cartagena contra el Gobierno porque limitó las exportaciones de ganado en pie a Líbano, un mercado providencial conseguido por los ganaderos del Caribe colombiano luego del colapso del de Venezuela, cuando el propio gobierno de Colombia instó al sector privado a buscar otros mercados.
Líbano es visto como la salvación no solo ante el colapso del comercio con Venezuela, sino porque las tierras de la Costa Caribe están inundadas desde 2010 y con el invierno de 2011 echándoles más lluvia encima, no hay dónde tener todas las reses que el Oriente Medio solicita. Encima de lo anterior, este mercado requiere los machos “siete colores” -es decir, mestizos de razas europeas lecheras- producidos por las ganaderías de Doble Propósito de la zona y castigados con menor precio por el mercado interno en favor del ganado “blanco perla”, o cebú Brahman de alto mestizaje, producido usualmente por ganaderías más grandes.
La decisión del Gobierno creó la tormenta perfecta porque castigaba a los ganaderos pequeños, una mayoría regional y nacional. La primera reacción de los ganaderos del Caribe, indignados por lo que veían como otro atropello del poder central andino, fue preguntarse dónde estaba Fedegán para defenderlos.
Fedegán, con muy buenas razones de país, favorecía la prohibición de exportar ganado en pie con el argumento económico sólido de que a Colombia le conviene más exportar carne en canal, que agrega valor en los mataderos y frigoríficos nacionales, por encima de ganado en pie, que no lo agrega. Y además, le quita materia prima a mataderos y frigoríficos nacionales, entre estos los de Friogán, entidad impulsada por Fedegán que está en una crisis económica fuerte, por lo que los ganaderos comenzaron a intuir la mano de la entidad gremial en la propia medida.
El Presidente de Fedegán, José Felix Lafaurie, lo negó, pero se filtraron sus cartas proponiendo la medida al Gobierno, y ahí se le armó la grande a pesar de que diera un viraje de 180 grados y defendiera las exportaciones a Líbano al darse cuenta de que el Caribe las necesitaba con urgencia. El propio presidente, Juan Manuel Santos, calificó de “absurda” la prohibición una vez expuesta por el ganadero Horacio del Castillo en el Acuerdo para la prosperidad más reciente, en Cartagena.
A pesar de la rectificación de Lafaurie, el daño estaba hecho y la insatisfacción con Fedegán, hasta ese momento difusa, adquirió centro y se volvió nacional, encarnada en Demogán, una asociación transitoria que aboga por la democratización de Fedegán, propósito que también apoya el Gobierno. Así lo anunció el ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, en el Encuentro ganadero que culminó antier en Cartagena, por lo que Demogán propondrá una reforma de los estatutos de Fedegán.
Tanto los ganaderos de Demogán como los muchos que apoyan a Fedegán deberían proceder con cautela. Si bien Fedegán debe ser mejorada, tiene programas buenos. Ambos lados deberían asegurarse de que el remedio no resulte peor que la enfermedad, especialmente para el Caribe colombiano.