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Editorial

Relaciones exteriores

“¿Era necesario que, sabiendo eso, le diera un manejo tan erróneo al volverlo una discusión pública sin la debida preparación, y en amenazantes circunstancias?”.

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Al cierre del tercer año del actual mandato presidencial, las relaciones exteriores han cobrado una relevancia estéril. En la doctrina del Derecho Internacional siempre se ha tenido como cierto que están en su mejor momento cuando no sufren altibajos; es decir, entre más estables y tranquilas, mejor.

En esta materia, incluso los agitados sucesos de los últimos meses en materia de relaciones internacionales parecen opacarse con la inesperada reacción del Gobierno de Colombia frente al de Perú por el pleito de una isla amazónica que podría dejar al municipio de Leticia sin acceso al río Amazonas.

El arranque de la discusión pública fue errático, porque sonó al uso de un expediente mañido, consistente en atizar un conflicto externo para lograr la dañada unidad nacional en torno de un tema de dignidad y soberanía, que en Perú ha funcionado de mil maravillas. Vaya impulso que el presidente Petro le dio a su colega, Dina Boluarte, una de las peores mandatarias que ha tenido que padecer ese país, que ahora logra que todos, includos sus justos contradictores, la rodeen sin remilgos.

Duele que así sea, pues el presidente tiene la razón: la reclamación a Perú por la posesión de esa isla es juta; pero, tal como apenas lo reconoció al finalizar esta semana, se trata de un proceso largo que puede terminar en los tribunales internacionales, desvinculándose de la acusada estrategia política ante las elecciones legislativas y presidenciales de 2026.

¿Era necesario que, sabiendo eso, le diera un manejo tan erróneo al volverlo una discusión pública sin la debida preparación, y en amenazantes circunstancias? ¿Había que dar la impresión de que el asunto podía irse a mayores si Perú no se sentaba a la mesa inmediatamente? ¿Para que amenazar con una confrontación que jamás se va a dar, pues para eso están las vías jurídicas internacionales? ¡Nicaragua no tuvo que mostrar ningún diente para tenernos en ascuas por un vasto territorio marino que nos pertenece!

Aquellas son preguntas válidas que pueden extenderse a buena parte de lo que ha sido el manejo de las relaciones exteriores en estos tres años, en los que elevar a debate público infructuoso lo que debería manejarse por las vías diplomáticas y jurídicas ha sido la constante.

Por ejemplo, no es admisible la intromisión de funcionarios de EE. UU. en los asuntos internos, singularmente sobre las decisiones judiciales. Colombia es una democracia sólida, con mecanismos de control y equilibrio entre los poderes del Estado. Sin embargo, y para ser directos, esa especie de destemplados pronunciamientos serían impensables si desde el celular del presidente no se lanzaran frecuentes afirmaciones contra el gobierno de aquel país, pretermitiendo mantener el diálogo con los actores políticos y diplomáticos estadounidenses o de otros países.

La diplomacia es un arte. ¿De este carecen en el Gobierno?

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