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Del periodista al influencer

Fronteras éticas en el ecosistema informativo contemporáneo.

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En un entorno comunicativo cada vez más fragmentado, donde la información circula entre medios tradicionales, redes sociales y voces individuales con gran alcance, resulta necesario repensar las diferencias éticas entre figuras como el periódico, el periodista, el periodismo, la prensa y ahora, el influencer. Aunque estos actores comparten el espacio público informativo, sus responsabilidades, marcos normativos y compromisos con la verdad varían profundamente.

Este ejercicio parte de una revisión conceptual y ética de cada uno, con el propósito de iluminar los cambios que ha traído la era digital en la forma como se produce, difunde y consume la información. La incorporación del influencer como figura clave en la opinión pública no solo reconfigura el panorama comunicacional, sino que plantea desafíos inéditos para los principios éticos que históricamente han guiado el periodismo y la prensa.

A través de este análisis, se propone llegar a una conclusión crítica sobre las tensiones actuales entre credibilidad, responsabilidad e influencia, y finalizar con un colofón que advierta sobre las consecuencias de debilitar las fronteras éticas en el ejercicio de comunicar.

1. Periódico (medio de comunicación)

Ética: Está sujeto a políticas editoriales, códigos deontológicos y, en muchos casos, regulaciones legales. Tiene una responsabilidad colectiva.

Rol actual: Aunque aún es influyente, compite con voces individuales en redes. La confianza en medios tradicionales ha disminuido, en parte por la cercanía que el público percibe en los influencers.

2. Periodista (persona)

Ética: Tiene formación profesional, trabaja bajo principios de veracidad, contraste de fuentes, y responsabilidad pública.

Rol actual: Muchos periodistas han migrado a plataformas personales (como Substack, X, YouTube), actuando a veces como influencers. Aquí se difumina su rol si no mantienen estándares éticos profesionales.

3. Periodismo (profesión)

Ética: Debe garantizar el derecho a la información, el interés público y el control al poder. Se apoya en metodologías rigurosas.

Rol actual: El periodismo compite con narrativas emocionales y virales de influencers, que no están obligados a verificar, contrastar ni actuar con imparcialidad.

4. Prensa (como institución social)

Ética: Tiene un papel estructural en la democracia como garante del derecho a la información y contrapeso del poder.

Rol actual: Su influencia se ve amenazada por la viralidad digital y por cómo los influencers moldean opinión pública sin asumir necesariamente ese deber democrático.

5. Influencer (creador de contenido con influencia social)

Ética: No está regido por normas del periodismo, aunque su contenido puede tener gran impacto social y político. Su responsabilidad ética depende de su conciencia individual más que de un marco normativo profesional.

Rol actual: Muchos usuarios lo perciben como más auténtico o confiable que un medio tradicional. Sin embargo, su influencia puede estar sesgada por intereses comerciales, falta de formación o desinformación.

Riesgo ético: Difundir contenidos falsos, polarizantes o sin contexto; vender opiniones disfrazadas de información; no revelar conflictos de interés (como patrocinios).

Conclusión:

La aparición del influencer como actor clave en la formación de opinión pública desafía las fronteras éticas del ecosistema informativo. A diferencia del periodista o del periódico, su rol no parte de una ética profesional regulada, sino de una ética personal o de comunidad, muchas veces débil o subordinada a intereses económicos. Esto exige, desde lo ético, educación crítica en audiencias, mayor transparencia y regulación equilibrada.

Colofón:

Correr la línea ética —ya sea desde un periódico tradicional, un periodista acreditado o un influencer digital— representa un riesgo profundo para la salud democrática, la confianza social y el derecho ciudadano a una información veraz. Cuando se diluyen los principios que separan la opinión de la evidencia, la verdad de la conveniencia o el interés público del personal, no solo se contamina el discurso público, sino que se debilita el tejido ético que sostiene la convivencia. En un mundo saturado de voces, recuperar y proteger la integridad comunicativa no es solo un deber profesional: es una urgencia moral colectiva.

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