Necesitamos permanentemente revisarnos y revitalizarnos para darle mayor sentido a nuestra vida. Morir a nuestro yo viejo y nacer de nuevo restaurados en el espíritu. Renovar la alegría, la esperanza, encontrar razones profundas que nos motiven y entusiasmen.

México y Colombia, la misma receta
GERMÁN VARGAS LLERASEn estas fechas tan hermosas en que conmemoramos el nacimiento de Jesús, para que comparta con nosotros, podemos identificarnos con María y José, para darle cobijo en el corazón a Nuestro Señor, para que seamos pesebres vivos en el que Dios pueda nacer de nuevo, habitarnos continuamente y proyectarse a los demás.
Jesús escogió nacer en una familia humilde llena del amor a Dios. María y José fueron dóciles a los mensajes de Dios para ponerse a su disposición y permitirle actuar en ellos al Espíritu Santo, para recibir, cuidar, educar, acompañar a Jesús y a sus discípulos y a todos los seres humanos, invitando a conocer, amar y servir a su hijo.
María después de la encarnación de Jesús se puso al servicio de su prima Isabel, quien, gracias al poder de Dios, a pesar de su edad avanzada, esperaba a un hijo. Ponernos a disposición de Dios siempre implica estar atentos a las necesidades de los demás. Ella llevó alegría a Isabel, porque llevaba la presencia de Dios con ella, tanto, que Isabel se llenó del Espíritu Santo, e incluso su bebé, quien saltó de gozo en su vientre. Isabel proclamó a María la más bienaventurada de las mujeres por su fe y disposición. El Espíritu Santo es fuente de fe, esperanza, amor, paz, alegría, gozo y genera muchísimos otros frutos que llenan el corazón.
Para que Jesús nos ayude a nacer de nuevo, del alma y del espíritu, nos invita a la docilidad a la voluntad de Dios. Él dijo: “He aquí que vengo para hacer tu voluntad”*. Para vivir de acuerdo a su voluntad requerimos estar abiertos a su gracia, vivir muy unidos a Él, orar con frecuencia, que la vida misma sea una oración, porque vivimos todos los detalles en su presencia, procurando en todo amarlo y servirlo y a quienes tengamos alrededor.
En todas las labores humanas también se experimenta la acción de Dios. Cuando los equipos buscan realizar las actividades en armonía, buscando el bien, el desarrollo y la participación de todos, allí también está Dios actuando desde los corazones de las personas y en el ambiente que se genera entre ellas. Aprovechemos los regalos de Dios para renacer en el agua y el Espíritu. Él sigue presente en nuestros corazones y en su Iglesia y actúa mediante los Sacramentos, nos purifica, nos sana, nos renueva, nos alimenta, nos ilumina y nos acompaña en los caminos de la vida.
¡Muy feliz Navidad para todos! ¡Que Jesús nos haga nacer de nuevo, para que seamos más dóciles a su voluntad y llevemos su amor a los demás!
*Mi 5, 1-4a, Sal 79; Hb 10, 5-10; Lc 1, 39-45.
*Economista, orientadora familiar
y coach personal y empresarial.