Quién cumple un papel más importante en la sociedad, las estrellas del fútbol que tienen millones de hinchas que los idolatran, o los maestros que día tras día dedican lo mejor de sus vidas a sus alumnos, a quienes guían, educan y forman como ciudadanos?
Algunos dirán que se trata de una pregunta capciosa, mal formulada y poco relevante, pues no son comparables las funciones discretas de los maestros en su labor educativa, así sea fundamental para la sociedad, con el espectáculo de los ídolos deportivos convertidos en estrellas de un negocio multimillonario.
Sin embargo, en esta sociedad en la que todo tiene un precio, y la mayoría de las actividades humanas deben tener una retribución monetaria, sí cobra mucho sentido la pregunta desde la perspectiva de cuál es la remuneración de cada una de esas actividades, es decir, cómo tasa la sociedad la compensación que debe recibir un deportista frente a lo que se le ofrece a un maestro, lo que refleja ese valor que le reconoce la sociedad a cada uno de ellos.
Las diferencias son abismales. Según el portal deportivo Sportico, los 100 deportistas mejor pagados del mundo tienen ingresos anuales cercanos a $5.400 millones de dólares, es decir un promedio de USD 54 millones por cabeza. El ranking lo encabeza un futbolista, Cristiano Ronaldo, con ingresos de USD 275 millones, seguido por un golfista, John Rahm, que recoge USD 203 millones, y en un lejano tercer lugar Lionel Messi, con la mitad de lo que recibe Ronaldo.
Un monstruo del ciclismo como Tadej Pogacar, capaz de pedalear 2.400 km para ganar el Giro de Italia, no clasifica entre los 100 mejores pagados, pues solo recibe 6 millones de euros por temporada. No hay correspondencia entre el esfuerzo físico y los ingresos, ni equidad de género, pues ninguna mujer llegó a los top 100. Por su parte un maestro bien pagado en Colombia puede ganar unos 2.000 dólares mensuales, es decir 24.000 anuales. Cristiano se gana USD 30.000 por hora, así que cada hora, dormido o despierto, se gana mucho más de lo que recibe un maestro en todo un año. Son varias las explicaciones financieras de los ingresos astronómicos de esos deportistas: que son los mejores en su campo, que es el valor que generan a sus clubes, que es lo que los aficionados están dispuestos a pagar por verlos, o por comprar los artículos que promocionan, que son las reglas de juego del negocio del deporte en la era de la televisión y los patrocinios etc. Pero las razones financieras no pueden ocultar que estos precios reflejan una enorme distorsión en los valores de una sociedad que privilegia el espectáculo y reconoce tan poco a quienes construyen el tejido social; lo mismo se podría decir de los médicos y tantas profesiones indispensables para el diario vivir. Es un capitalismo enfermo y decadente que crea ídolos de barro y descuida sus verdaderos cimientos.
*Economista.