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Columna

Intolerancia político-literaria

“Sería un gesto de tolerancia escucharla e inclusive confrontarla con argumentos en un escenario donde prevalece la palabra”.

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

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Entre las definiciones de intolerancia se incluye “falta de respeto o capacidad para aceptar creencias, prácticas u opiniones diferentes a las propias, manifestándose socialmente en rechazo, discriminación y fanatismo hacia grupos o ideas ajenas”.

La política es uno de los escenarios más fértiles para la intolerancia, sin distingos de ideologías o de partidos, dando paso a la llamada polarización o radicalización de posiciones, con las que independientemente de su origen, se busca desconocer o eliminar a quienes no coinciden con una línea de pensamiento.

Esa imposibilidad de admitir diferencias alimenta crisis, conflictos, estigmatizaciones y violencia. En Colombia, al igual que en muchos otros países, la intolerancia ha sido generadora de grandes tragedias históricas y sus manifestaciones son pan de cada día desde las más altas esferas del poder hasta en las relaciones de pareja.

No resulta extraño, por ejemplo, que el presidente de la República, Gustavo Petro, quien se proclama como demócrata, diga que no estrechará la mano del derechista José Antonio Kast, elegido mandatario de Chile, a quien califica como “nazi”, pretendiendo desconocer la decisión democrática del pueblo chileno que lo eligió. O que en su afán por tumbar al jefe de Estado colombiano, algunos miembros de la extrema derecha clamen por una intervención militar norteamericana en el país.

La gran mayoría de políticos de derecha, centro o izquierda, son proclives a la intolerancia, y buena parte de sus seguidores validan a pie juntillas sus opiniones o acciones, pero un sector de la sociedad espera un comportamiento más mesurado de quienes integran los llamados círculos intelectuales, porque se supone que en estos predomina el pensamiento lógico, la razón, y que sus posiciones públicas están sustentadas en el estudio, la reflexión y el entendimiento.

Por ello sorprende a muchos que un grupo de reconocidos intelectuales evidencien su capacidad de intolerancia dando un portazo a la invitación de los organizadores del Hay Festival en Cartagena, por considerar que no pueden coincidir con la opositora venezolana y Premio Nobel de Paz, María Corina Machado, también invitada al evento, como rechazo a lo que ella representa.

Comparto que una persona que estimule a una potencia imperial a invadir militarmente su propio territorio, y que dedica el premio a una de las figuras más guerreristas del mundo en las últimas décadas, no debería ser considerada como una líder mundial de paz. Pero respetando otras consideraciones de sus mentores, incluyendo la de enfrentar con valentía a un régimen dictatorial que ha causado mucho daño a su pueblo, es equilibrado aceptar que el galardón le concede una mayor vocería internacional, y sería por lo menos un gesto de tolerancia, escucharla e inclusive confrontarla con argumentos en un escenario donde prevalece la palabra.

He tenido la oportunidad de escuchar e interactuar con escritores y líderes de diferentes tendencias ideológicas, durante ediciones anteriores del Hay Festival Cartagena, sin que sus opiniones o declaraciones sean validadas previamente por el certamen. Estimo que la decisión Laura Restrepo y Giussepe Caputo de marginarse del evento hace parte de una lamentable intolerancia de intelectuales, que priva a muchos de sus seguidores de escucharlos.

Coletilla: Reitero la gratitud a quienes en 2025 me concedieron el honor de su lectura en este medio; deseo a todos una Feliz Navidad, un nuevo año de buenos propósitos y logros, incluyendo aumentar la empatía y la tolerancia en el relacionamiento familiar y social.

*Escritor y asesor en comunicación política y de gobierno.

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