El inicio de la reconstrucción del INEM (José Manuel Rodríguez Torices) es una gran noticia. No solo por la magnitud de la obra, sino porque llega después de años en los que el deterioro de su infraestructura hacía evidente que el colegio no podía seguir esperando.
El pasado miércoles fui invitado, en calidad de egresado, al acto de inicio de las obras. Allí tuve la oportunidad de entrevistar al alcalde de Cartagena, Dumek Turbay, quien, mientras caminábamos hacia el punto donde comenzaron oficialmente los trabajos, explicó que la intervención contempla una inversión cercana a los $40.000 millones, la más alta destinada a la reconstrucción de un colegio oficial en la historia de la ciudad. El proyecto tiene un plazo estimado de ocho meses y beneficiará de manera directa a más de 5.000 estudiantes.
Se intervendrán las tres sedes del plantel, se modernizarán estructuras, redes eléctricas y cubiertas, y se construirán nuevos escenarios deportivos. “No se trata de un maquillaje: es una transformación de fondo”, aseguró el alcalde.
En marzo de 2021 escribí en este mismo espacio un artículo con motivo de los 50 años del INEM. Allí recordaba su himno, a sus profesores y el orgullo que significa ser inemita. Hoy traigo esa memoria no por nostalgia, sino para subrayar que el valor del INEM siempre ha sido mayor que sus paredes. Esta obra no crea ese valor, pero sí lo reconoce y lo dignifica.
Durante décadas, el colegio se sostuvo gracias al compromiso de su comunidad educativa. Profesores que enseñaron con vocación aun cuando las condiciones no eran las mejores y estudiantes que hicieron del INEM un espacio de formación integral y humana. Por eso, esta reconstrucción no es un favor: es justicia.
Como egresado, celebrar el inicio de las obras implica reconocer la importancia de este paso y entender que una intervención de esta magnitud debe avanzar con seriedad y cuidado. El plazo anunciado es ambicioso y el reto técnico es grande, pero nada de eso opaca el valor de haber comenzado; porque al final, invertir en educación es una de las decisiones más acertadas que puede tomar cualquier gobierno que piense en el futuro.
Aquí la comunidad educativa tiene un papel fundamental. Hay que acompañar este proceso con atención y sentido de pertenencia. No desde la desconfianza automática, sino desde la responsabilidad de cuidar una obra que es de todos.
El INEM inicia una nueva etapa que debe traducirse en mejores espacios, condiciones y oportunidades para miles de niños y jóvenes. Hoy corresponde celebrar que la obra comenzó. Mañana, procurar que el resultado esté a la altura de la historia y del significado que este colegio (símbolo de lo público, de lo posible y de lo que nunca se debe abandonar) tiene para Cartagena

