Y cada vez que abrimos los ojos después de la pausa es un comienzo y al terminar el recorrido del día y prepararnos para el descanso es otro comienzo, unos lo hacen más temprano; otros, más tarde. Dependiendo de la circunstancia de cada persona, ya sea en jornada diurna o nocturna, es un empezar de nuevo, vamos por la vida construyendo el camino, barriendo los desechos y puliendo lo que nos hace sentir mejores personas, mejores seres humanos, mejores prójimos. Convencida estoy de que en comunidad podríamos cambiar la cara a todas esas cosas que afean la vida en colectividad y deberíamos hacernos el propósito de protegernos los unos a los otros, empezando desde nuestra cuadra, nuestro barrio, nuestro sector, nuestra zona y permaneciendo unidos por sacar adelante a la ciudad, para que podamos sentir el progreso y salir a las calles de forma libre, sin el temor a ser dañados por todos aquellos seres desadaptados que maquinan las 24 horas en cómo robarán, atracarán, despojarán, arrollarán a otros hasta finalmente acabar con la vida humana sin compasión y sin sentido. Nada justifica arrasar con la vida de alguien, nada justifica un comportamiento salvaje, nada justifica la barbarie. Siempre para esta época, en este espacio, le escribía una carta al niño Dios, pidiendo unas cosas sencillas cargadas de amor y misericordia para nuestra ciudad, una especie de agradecimiento y súplica para que podamos encontrar la paz en el buen sentido, no una paz de palabra trillada, sino una paz que esté llena de oportunidades, que sea permisiva y comprensiva para que muchas personas sientan que su desamparo va desapareciendo, una paz que entre primero en los corazones de los gobernantes y los revista de benevolencia para que en sus planes de gobierno vislumbren el recorrido en ese volver empezar a diario y tomen y apliquen las medidas necesarias para ir hallando el equilibrio. Hay demasiada pobreza en nuestra ciudad; para esta época la comparo las incontables invasiones con las casitas de cartón que hacíamos para decorar el pesebre. El verdadero sentido de la Navidad debería ser permanente en nuestras almas, pero en el siglo XXI es un fenómeno multifacético: para muchos es una fiesta religiosa profunda, mientras que para otros es una celebración secular de alegría, consumo y convivencia, unificando tradiciones diversas bajo un mismo calendario festivo de luces y regalos. El espíritu decembrino exige acción y cumplimiento, no solo bellas palabras, sino gestos en el momento. Que la magia de estas fechas traiga paz y bienestar y que el próximo año el progreso se pueda palpar. ¡Feliz Navidad, Cartagena! ¡Feliz tiempo de hermandad! Que el compromiso de servir sea la mayor verdad. Con el alcalde y gobernador, unidos en la misión de cumplirle a esta tierra, con nobleza y corazón. Sigo soñando, eso no me lo quita nadie.
