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Columna

Libertad, alegría, paz y amor

“Ayúdanos, en este tiempo de adviento, a gestar a Jesús en nuestros corazones, a entregarle nuestras vidas...”.

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

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Hoy quiero conversar con nuestra querida Madre María: primero le cuento que le doy gracias a Dios por su vida, por permitir que naciera sin pecado para que pudiera pisar la cabeza de la serpiente si ella se mantenía así, muy llena del Espíritu Santo y abierta a la voluntad de Dios en su vida. Le doy gracias por su sí generoso a Dios, en medio del misterio del plan para ella, pero fiándose totalmente de sus designios amorosos y sometiéndose a la voluntad del máximo bien para su vida.

¡Oh, María inmaculada!, me imagino la dicha que significa estar al servicio de Dios, sin permitir que el enemigo te engañara con sus falsas promesas. Ayúdanos, en este tiempo de adviento, a gestar a Jesús en nuestros corazones, a entregarle nuestras vidas a Él, fuente de la verdadera libertad, alegría, paz y amor.

Regálanos, Virgen pura, la gracia del discernimiento, de meditar todo de manera profunda en nuestros corazones para aprender a poner el amor a Dios sobre todas las cosas y a ser instrumentos de Él para bien de los demás.

María, cuando te permito que me acompañes en el camino de la vida, mi fe se robustece; me acompañas en mis oraciones, aumentando su eficacia y ayudándome a comprender mejor el plan de Dios de redención y salvación para toda la humanidad. Gracias porque nos das la mano en las vicisitudes de nuestras existencias para acercarnos a tu hijo, Jesús.

Somos presas fáciles para dejarnos encantar por los atractivos del mundo, pensando que son fuente de felicidad, pero tú, con tu fortaleza de carácter, nos muestras lo importante que es ver todo desde la perspectiva de Dios, fuente de todo bien y bondad, a pesar de todas las dificultades, contradicciones, retos o tropiezos que encontremos en el camino.

María, cada vez queremos adelantar más la Navidad. Creo que comprendemos que es un tiempo de gracia en el que todo brilla con alegres colores y resplandor. Enséñanos a no perder la esencia, que es dejar que el Niño Jesús sea acunado con ternura en nuestros corazones para comprender la grandeza de Dios, su generosa humildad, su cercanía, su ternura, su misericordia, para llegar a nosotros de la manera más sencilla que derribe nuestras prepotencias y soberbias de creer que no lo necesitamos.

Gracias, Virgen inmaculada, por seguir trabajando por atraer más almas a Dios, por ser su más fiel discípula y misionera del Reino de Dios; te has manifestado a todos los pueblos y a todas las razas, para que, desde la dulzura de una madre atenta, le abramos el corazón a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Te pedimos, María, que nos ayudes a convertir el corazón y que nos rindamos ante Dios Nuestro Señor en estas navidades y seamos constructores del mundo en paz y amor que vino a instaurar Jesús para nosotros.

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