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Columna

Reconozcámosle algo

“Los entes de control o contrapesos se han mantenido incólumes, conservando la dignidad de la República...”.

Mauricio Ibáñez

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Ahora que el presidente Petro entra en la recta final de su mandato, y que dos terceras partes de los ciudadanos consideramos que este será el peor gobierno en la historia del país, quisiera intentar rescatar algunas cosas buenas que nos ha dejado, muchas veces de manera indirecta, pero buenas en todo caso. La lista es corta.

Lo principal es que gracias a su odio contra lo privado, el empresariado colombiano parece hoy más alerta, consciente e interesado en su círculo político. Siento una mayor participación de los empresarios y sus agremiaciones, alzando la voz cuando algunas posiciones oficiales han intentado cambiar la ecuación del progreso, entendida como la adición de empleo más bienestar, innovación y funcionalidad menos obstrucción institucional. Eso es bueno por dos cosas: primero, porque nos demostramos más unidos frente a los desmanes cuando la conciencia del mandatario está alterada; lo segundo es que hoy tenemos más claro que en una democracia responsable no se puede asumir que solo los empresarios somos los que tenemos que cumplir o explicar. Los del sector público también y bastante.

Aunque la delincuencia se ha disparado, reconozcamos que la paz total que se inventó Petro ha demostrado que las fuerzas del orden están bastante atrasadas en equipamiento, estrategia y entrenamiento, lo que será un argumento decisivo para la siguiente campaña, porque tendremos que reconstruirlas para que los criminales dejen de matar o desplazar a todos los que ni siquiera sabemos disparar un arma. Así sucedió en el 2002, si recuerdan.

Otro asunto bueno es que los entes de control o contrapesos se han mantenido mayormente incólumes, conservando la dignidad de la República por encima del ego intergaláctico que ha usurpado la Casa de Nariño y sus más cercanos colaboradores.

Finalmente, está Jhovanoty. Si no fuera por Petro, este imitador todavía no hubiera saltado al reconocimiento público. Gracias a él, hemos podido encontrar algo de humor en medio de los disparates del presidente y en ese humor nos hemos dado cuenta del ridículo que hicimos cuando no pudimos derrotarlo, el oso internacional por haberlo dejado hablar tanta basura, o dar órdenes a policías de otros países y por supuesto: mediante ese humor nos hemos unido para saber que esto no puede continuar después de las elecciones. Si vamos a reírnos, tenemos que reírnos de cosas más serias.

Como reconocimiento, considero justo regalarle al presidente un tiquete en la primera nave espacial que vaya a encontrarse con la sonda espacial Voyager2. Es que allá, lejos, le quedará mejor reformular la hipotenusa de sus teorías cuánticas, a ver si de repente las matemáticas le dan resultados. Ese logro sí nos hará sentir orgullosos. Bueno, más o menos.

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