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Columna

Santa Marta, donde empieza un nuevo rumbo global

Vivimos un momento en el que la cooperación entre países está en crisis.

Mariana Matamoros Cárdenas

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En noviembre, Santa Marta fue sede de un debate global tan discreto como decisivo: la financiación del desarrollo. La Cumbre entre los países de América Latina y el Caribe (CELAC) y la Unión Europea (UE) reunió dos visiones sobre cómo enfrentar desafíos que marcan la vida diaria de millones de personas: la desigualdad, el cambio climático, la deuda creciente y la fragilidad de los sistemas tributarios.

Vivimos un momento en el que la cooperación entre países está en crisis. Los espacios tradicionales pierden capacidad de respuesta, mientras las guerras y tensiones geopolíticas desvían la atención de los problemas que exigen soluciones colectivas. En ese escenario, la relación CELAC–UE apareció como un puente posible entre el Norte y el Sur global, con la justicia fiscal como reto compartido.

La cumbre recordó que, sin recursos públicos suficientes, ningún país puede garantizar derechos, financiar la acción climática o sostener políticas de cuidado. Por eso el financiamiento para el desarrollo ocupó un lugar central. Europa llegó a Santa Marta con Global Gateway, su agenda para movilizar inversiones verdes y digitales con recursos del sector privado; y América Latina y el Caribe, con medidas orientadas a mejorar la recaudación y avanzar hacia sistemas en los que quienes tienen más ingresos contribuyan más.

Sin embargo, la conversación dejó claro que el camino está lejos de definirse. En América Latina, por un lado, existe una dependencia excesiva de tributos al consumo como el IVA – que impactan más a las personas de menores ingresos – y un uso amplio de beneficios fiscales sin evaluación para identificar si contribuyen o no a la economía del país. Por otro lado, la deuda externa reduce el margen para invertir en transición energética y reducción de brechas sociales. Por su parte, Europa tiene propuestas ambiciosas, como impuestos a servicios digitales o debates sobre tributación a la riqueza, pero enfrenta resistencias políticas y falta de consensos.

Pese a estas tensiones —y a que países como Argentina, El Salvador y Paraguay se apartaron de algunos puntos del acuerdo—, Santa Marta abrió una oportunidad real. La Hoja de Ruta birregional 2025–2027 promete convertir las declaraciones en esfuerzos concretos: cooperación técnica, intercambio de información, fortalecimiento de administraciones tributarias e incentivos para avanzar hacia una tributación progresiva y sostenible.

En un contexto en el que muchos gobiernos buscan salidas en solitario, la Cumbre CELAC–UE recordó que la justicia fiscal no se construye aislada. Solo a través de alianzas inteligentes será posible financiar un futuro más igualitario y resiliente. Santa Marta, por unos días, mostró que el Caribe también puede ser un lugar donde se decide el rumbo del mundo.

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