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Columna

No ha llegado el rollo

“Conocer la cultura cinematográfica pasa por estudiar la experiencia cotidiana y barrial de ver películas en distintas épocas”.

Ricardo Chica Geliz

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Una de las pocas mujeres cartageneras que publicaba notas de prensa sobre cine, en los años 60 y 70, era Lourdes de Rumié. Hacia el 5 de diciembre de 1969, la señora Lourdes tituló una columna en el Diario de la Costa, así: ‘No ha llegado el rollo’. Se trató de una experiencia muy común en la historia de los cines de Cartagena. Cuando había programa simultáneo de cartelera, es decir, la proyección de una misma película en varios teatros de la ciudad, debía coordinarse la circulación de los rollos cinematográficos (en cierto período de la misma jornada).

Así las cosas, aquella coordinación entre rollos y cines, en concreto, la ejecutaba un empleado que debía llevar el material fílmico de un teatro a otro, de un lado a otro lado de la ciudad en el vehículo disponible, que muchas veces era una bicicleta. Si este empleado tropezaba con algún inconveniente o se distraía en sus funciones, la proyección de la película corría el riesgo de ser interrumpida, con la consecuente molestia del público.

En su nota periodística Lourdes de Rumié nos relata este acontecimiento en el Circo Teatro del barrio San Diego. La cronista asistía con su familia a ver la película ‘Por mis pistolas’ (1968) con el cómico mexicano Mario Moreno ‘Cantinflas’. Una función que comenzó hacia las 8:30 de la noche, terminó hacia la 1:00 de la mañana; y todo por cuenta de la lluvia que dificultó la circulación coordinada de los rollos entre los distintos cines.

Tal experiencia se complicaba por la errática programación de la cartelera, la cual, siempre fue motivo de queja pública, en razón de su desactualización, su atraso y su falta de curaduría. La queja era frecuente en los periódicos, y en especial, en cabeza de especialistas como Alberto Sierra Velásquez. Hacia mediados de 1971, una nota editorial del Diario de la Costa interrogaba a los empresarios de la siguiente manera:

“Cuáles serían las soluciones para este penoso asunto? Qué soluciones podrían aportar quienes se benefician precisamente del negocio de la distribución y la exhibición de películas? Desde esta columna y a nombre de miles de cineístas, solicitamos a nuestros amigos gerentes de los Circuitos exhibidores, un criterio más amplio y ciertamente más respetuoso, para con un público que figura entre los primeros por su fidelidad diaria de asistencia a este que es su único espectáculo. De lo contrario habrá que permanecer en casa frente al televisor” (26 de junio de 1971).

Conocer la cultura cinematográfica pasa por estudiar la experiencia cotidiana y barrial de ver películas en distintas épocas. En ese sentido la paciencia del público cartagenero era crucial para manejar las expectativas frente a lo que se quería ver. Los rollos reventados, los que nunca llegaban a tiempo y la cartelera desactualizada formaban parte de la frustración y la diversión.

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