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Columna

Liceístas de racamandaca

“Hoy, 34 años después, el inolvidable Liceo de Bolívar apenas sobrevive y la Asociación de Egresados Liceístas eleva la voz denunciando que, el otrora prestigioso plantel educativo, está en ruina...”.

HENRY VERGARA SAGBINI

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Hubo una época gloriosa: al confirmarse la institución educativa del joven bachiller solicitando ingreso a la educación superior, los liceístas tenían cupo asegurado: las puertas de instituciones universitarias, nacionales o extranjeras, se abrían, de par en par, tratando de cautivarlos: los liceístas se daban el lujo de escoger la mejor opción, camino al pedestal, y en Cartagena de Indias, donde aún se respiran átomos de gestas libertarias, el glorioso LICEO DE BOLÍVAR, fundado en 1950 como apéndice de la Universidad de Cartagena, ofertaba educación pública de altísima calidad en aquellas épocas aciagas, cuando hijos de familias humildes tenían mínimo acceso a la educación secundaria y se hizo el milagro de la equidad: germinado en el Cuartel del fijo, sector amurallado, sus raíces agigantadas tomaron rumbo hacia la Avenida Escallón y, lastimosa e infamemente relegado al precario y peligrosísimo rincón del barrio Daniel Lemaitre, donde intenta sobrevivir sin perder el espíritu indomable ni el alto rendimiento académico, semillero aquilatado de bachilleres corajudos, de ‘racamandaca’, respetuosos, disciplinados, solidarios, impregnados de pensamiento crítico-democrático, nutriendo a la Universidad de Cartagena, al país y al mundo, forjando estudiantes comprometidos con el desarrollo científico y justicia social, clave de la auténtica e inoxidable paz, manteniendo viva la impronta de los liceístas: profesionales aquilatados, solidarios, lastimosamente despojados de la espléndida sede construida por el Gobernador de Bolívar, don Rafael Vergara Támara (1962), a un lado de la Avenida Pedro de Heredia, convencido de que “es mucho más económico, pertinente y conveniente para la sociedad construir aulas que calabozos”.

Desconozco el porqué ocurrió semejante despojo: extraditaron (1967) al Liceo de Bolívar, tal vez guiados por consejos maquiavélicos, obstinados en silenciar su conciencia social, relegándolo a la actual sede, depauperada y peligrosa: del cielo al infierno, barrio Daniel Lemaitre, dispuestos los politiqueros de entonces, ¡válgame Dios!, a ponerle ‘tatequieto’ a la casta liceísta.

Hoy, 34 años después, el inolvidable Liceo de Bolívar apenas sobrevive y la Asociación de Egresados Liceístas eleva la voz denunciando que, el otrora prestigioso plantel educativo, está en ruina: techos próximos a desplomarse, filtraciones, redes eléctricas acacias, inseguridad rampante, salones indignos, proyectos de mejoramiento y adecuación apilados en escritorios, esperanzados en el cumplimiento de tutelas y desacatos, y así evitar tragedias mil veces anunciadas.

Hoy, el otrora Gigante manso & sabio de la educación se cae a pedazos, esperando ya no justicia terrenal, ahora clama milagros desde su sede en ruinas y, a pesar de semejante calvario, el imbatible Liceo de Bolívar sigue de pie, cumpliendo, maltrecho, su invaluable tarea formativa, afincado en el tesón de rector, docentes, padres de familias, estudiantes, egresados. Cuando se marchita la justicia terrenal, solo queda rezar implorando milagros que permitan seguir tejiendo, allá en el inquebrantable Liceo de Bolívar, nidos de Águilas Caudales de esas que anhelaba ‘El Tuerto’ López.

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