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Columna

Mochilanga

“Los sepelios se han convertido en un encuentro social. Allí se confunde el acto religioso que, por supuesto está revestido de recogimiento y dolor, con los recuerdos amables…”.

Willy Martínez

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El funeral de Mocha congregó familiares y amigos. Venía padeciendo prolongada enfermedad y siendo amable con tanta gente, un grueso número de afectos expresaba el dolor por su partida. La verdad, Mocha tenía rostro de bondad, de gente especial, condiciones que distinguieron su personalidad. Lo que en nuestro Caribe llamamos “buena persona” lo superaba con creces. La iglesia estaba llena y como es usual en los sepelios, nuestra generación ocupó la mayoría de los puestos. Cuando llegué, saludé al negro Burgos y al negro García, quienes hablaban fluidamente frente al corredor finalizando el templo. El cura observaba. Pensé que nos iba a regañar o quizás a botar de la iglesia. El negro García, a pesar de sus limitaciones con la voz, por una vieja afección en la garganta, con el uso de su laringófono, tenía al negro Burgos apabullado, quien, al intentar interrumpirlo, recibía seguidos manotazos en el pecho.

Los dos queridos negros recordaron los tiempos del bar-discoteca: “Babar”, en el Centro Histórico, gerenciado por Luis Guillermo Villegas “Villegón”.

Comentaban sobre el portero que no permitió la entrada a tres raizales de Barú. El portero argumentó vestimenta inadecuada, pero ellos se quejaron por discriminación racial.

“Villegón”, molesto, anunció a los medios y a las autoridades que tal acusación carecía de fundamento, ya que sus mejores clientes eran: el negro Burgos, el negro García y el Mocha Gerdts. “Estos tres negros son mis mejores clientes”, afirmaba.

Nuevo problema surgió cuando Mocha le reclamó a “Villegón” por haberlo incluido en esa lista, pues solo Burgos y García llevaban ese apelativo desde la niñez. Repetía enérgico: - ¡Yo soy Mocha y además alemán! Negros son ellos. El negro García le replicó: “- ¿Ya se te olvidó, Mocha, cuando en Caracas sacaste tu pasaporte alemán, sorprendiendo a la catira venezolana de inmigración? ¿No recuerdas cuándo te dijo: “Oye, vale, eres el primer alemán negro que conozco”. Fue cuando Mocha sacó del maletín una foto de su papá, el exalcalde y capitán (r) Hans Gerdts, un hombre blanco de ojos azules. La catira, arrugando la cara, lo dejó pasar diciendo: “Bueno, mi vale, vete, pero usa mejor el pasaporte criollo”. Mocha, sonriendo, se fue tranquilo.

Los sepelios se han convertido en un encuentro social. Allí se confunde el acto religioso que, por supuesto está revestido de recogimiento y dolor, con los recuerdos amables que nos sacan una sonrisa. Eso pasó en el sepelio de Mocha, donde me preguntaron hasta por los morunos de Lola. Finalmente, escuchamos las sentidas palabras de Jairo Morales Navarro. Recordó experiencias hermosas en tantos años de amistad con Mocha.

Su inicio, muy cartagenero y especial, es el título de esta crónica. Con tu permiso, Morales.

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