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Columna

La sociedad de odios

“La diatriba que vemos desde todos los espectros políticos dista mucho de ser un espacio de sana discusión...”.

Diana Martínez Berrocal

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Hace como un mes, recibí una invitación de esas que disfruto como ninguna otra. La Fundación Universitaria Colombo Internacional me honró al hacerme parte de un panel de lujo en el marco del conversatorio titulado: “La sociedad de odios”. Y digo de lujo, porque estaba en medio de dos grandes maestros, columnistas y, además, orgullosamente amigos a los que admiro muchísimo: el Dr. Enrique del Río y el Dr. Uriel Pérez.

Al iniciar, me preguntaba en qué momento las redes sociales (que surgieron como un espacio de interacción) se convirtieron más en un lugar caótico donde se ataca, se agrede y se disparan palabras que algunas veces matan. Sí, que matan. “La palabra tiene poder”, dice la Biblia (poder para inspirar o para destruir). Y estas narrativas de odio, en un país marcado por la violencia, son un detonante que incitan a cualquier extremista a silenciar hasta la vida de aquel que piensa distinto. Para la muestra, ya hemos enterrado un montón de víctimas, que van desde Gaitán hasta Miguel Uribe.

En algún tiempo llegué a pensar que internet sería algo así como el ágora de los griegos; pero la diatriba que hoy vemos desde todos los espectros políticos dista mucho de ser un espacio de sana discusión. Al debate con argumentos, lo sustituyeron los memes, las burlas, los insultos, las ofensas y hasta los montajes. Es más, ya no se sabe ni qué es verdad y ni qué es mentira. Antes uno veía los medios de comunicación para estar bien informado. Ahora hay que estar bien informado para ver los medios de comunicación.

“Es mi opinión y tengo derecho a expresarla”, dicen muchos, como si el derecho a la libertad de expresión fuera un salvoconducto para dañar a otros. No, señor, ningún derecho es absoluto; y mi derecho termina donde comienza el del otro. Como tampoco entiendo en qué momento hizo carrera eso de que “Todas las opiniones son respetables”. Las que son respetables son las personas, pero no todas las opiniones son respetables.

El escritor estadounidense Rick Warren dijo: “Hay dos mentiras que han sido adoptadas por nuestra cultura. Una, que si no estás de acuerdo con alguien es porque lo odias. Y dos, que si estás de acuerdo con alguien es porque lo amas. Uno no necesita sacrificar sus convicciones para ser compasivo”.

Por eso celebro que la academia propicie más espacios como estos; porque en las universidades nos enseñan a ser muy buenos profesionales, pero no nos enseñan a ser buenos ciudadanos, a desarrollar un pensamiento crítico, a defender posturas con criterios y argumentos, pero, sobre todo, a ser empáticos.

En todas las sociedades estamos ligados por un cierto pacto de lealtad mutua, y aquí de lo que se trata es de a dónde quiero ir con los otros y eso va a depender de una voluntad compartida. Y lo que hoy está bloqueando ese consenso son los egos, las posturas radicales y el desprecio hacia los otros.

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