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Columna

Hambre vieja

“Otro camino es emprender una capacitación masiva en agricultura urbana familiar. Poner a producir los pequeños patios...”.

GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO

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Aunque es una aguja en un pajar, hemos venido, con la Fundación Corazón Contento y entre muchas otras como el Círculo de Obreros, combatiendo el tema del hambre. Un tema de nunca acabar. Comentaba en otro artículo que el presidente Núñez se acostaba preocupado porque había cartageneros que se iban a la cama sin probar bocado alguno. Es decir, el hambre en Cartagena tiene más de 150 años.

Hemos entregado miles de raciones de comida en los sectores que atendemos y el hambre no desaparece, es estructural y casi endémica.

¿Qué debemos hacer para llevarla a sus justas proporciones o intentar desaparecerla?

Un camino certero es la educación, sobre todo la de niños. Se dice que un dólar invertido en un niño se transformará en 13 dólares a futuro, mientras un dólar invertido en un adulto seguirá siendo un dólar.

No es mala idea ver la vieja posibilidad de introducir en el bachillerato clásico, una formación técnica, volviendo al bachillerato que enseñaba paralelamente oficios como la carpintería, la herrería, la soldadura, agricultura y hasta música. Nuestro gran músico cartagenero Juan Carlos Coronel es egresado de un colegio con formación de bachillerato musical, por ejemplo. Preparar a nuestros jóvenes para que una vez egresados, si no tienen la oportunidad de ir a una universidad y estudiar las profesiones tradicionales, salir ya preparado a para un oficio que generaría ingresos a la familia.

Otro camino es emprender una capacitación masiva en agricultura urbana familiar. Poner a producir los pequeños patios o áreas del hogar donde se puede desarrollar cultivos. Es increíble que en pocos metros cuadrados se pueda sacar toneladas de alimentos. Como también crear las huertas comunitarias tipo cooperativa en sectores que tiene la ciudad donde no se puede permitir asentamientos humanos.

Pero una solución muy rápida sería dar la tierra en legítima propiedad, y, sobre todo -pero sobre todo- subir los índices de construcción en sectores como la zona suroriental y la zona suroccidental. La tierra inmediatamente adquiere valor, volviendo pudientes a sus propietarios, quienes podrían desarrollarlos inmobiliariamente. Esta solución requiere gran monitoreo para que no se desperdicie la plusvalía generada. Legalizar los muchos asentamientos urbanos y escriturar la tierra para convertirlos en propietarios.

Si usted mira los viejos planos catastrales del IGAC se dará cuenta de que hace mucho tiempo las familias de inmigrantes árabes que como una bendición llegaron a Cartagena adquirieron tierras que aparentemente tenían poco valor, hoy, por ejemplo, predios en Mamonal o en la zona norte de Cartagena que hace 100 años no tenían mucho valor, hoy son valiosísimas y tienen gran demanda, porque como decían los abuelos: la tierra solo molesta en el ojo.

*Arquitecto.

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