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Columna

El maltrato animal no es cultura

“Hoy en Cartagena se discute la posibilidad de transformar la Umata en una Secretaría de Bienestar Animal...”.

Zaiht Adechine Carrillo

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Por mucho tiempo la crueldad animal en Colombia se ha excusado en la cultura: caballos cocheros, peleas de gallos, corridas de toros, huevos de iguana y muchos ejemplos más. Pero los tiempos cambian, la ley cambia y la cultura también puede cambiar.

En los últimos años, se ha consolidado una nueva sensibilidad frente a los animales. Ya no son “cosas”, sino seres sintientes con protección penal, como lo estableció la Ley 1774 de 2016. Y más recientemente, la Ley 2385 de 2024 prohibió las corridas de toros, rejoneos, novilladas y demás espectáculos taurinos, con un periodo de transición hasta julio de 2027. La Corte Constitucional, en su fallo del 4 de septiembre de 2025, ratificó esa decisión y extendió la prohibición a las corralejas, peleas de gallos y el coleo, señalando que ninguna tradición justifica el sufrimiento animal.

Los casos virales -como el del perro ‘Hulk’ en Cartagena, los caballos maltratados en Magangué o el perro cruelmente asesinado cuyo agresor se entregó en Antioquia- no son hechos aislados. Tampoco podemos ignorar la cultura del consumo: los huevos de iguana, la carne de hicotea o de tortuga siguen presentes en mercados y fiestas, pese a tratarse de especies en peligro. No es la tradición lo que amenaza la vida, sino la indiferencia.

Cartagena ya está mostrando el camino: cada denuncia ha impulsado a la Policía Ambiental, la Umata y las autoridades locales a fortalecer controles, sanciones y campañas de sensibilización. Así, por ejemplo, tras casos de maltrato a caballos como el de “Mohamed”, símbolo del agotamiento de este modelo, el Distrito anunció la sustitución de los coches de tracción animal por carruajes eléctricos, acompañando la transición de los cocheros. Y este mismo mes iniciará el piloto.

Ahora bien, aunque hay avances, no podemos quedarnos ahí. Bolívar no puede hacer caso omiso a esta nueva realidad. Si bien, el cambio no puede ser abrupto ni insensible con quienes dependen de estas actividades, tampoco podemos cerrar los ojos ante el sufrimiento.

Hoy en Cartagena se discute la posibilidad de transformar la Umata en una Secretaría de Bienestar Animal, lo que permitiría mayor institucionalidad y recursos. En Bolívar, aunque existe el centro de protección “El Guardián”, su alcance sigue siendo limitado. Crear una Dirección Departamental de Bienestar Animal sería un paso necesario para coordinar esfuerzos, prevenir el maltrato y garantizar atención integral a los animales.

No se trata de enfrentar el animalismo contra la tradición, sino de decidir qué Bolívar queremos. Podemos conservar nuestras fiestas y oficios sin aceptar el dolor como espectáculo.

La compasión también es cultura, y asumirlo es el primer paso hacia un departamento que honra sus raíces, pero que mira adelante con responsabilidad y humanidad.

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