comscore
Columna

Transcaribe y una pesadilla esperada

Buses desparramados por las principales avenidas de la ciudad; articulados y alimentadores sin aire acondicionado, un tiempo de frecuencia que llega más de 30 minutos.

Compartir

Lunes 3 de septiembre del 2025, el sol se fue, el asomo de algunos destellos que vaticinan una noche oscura aparecen, los pies y el cerebro, expectantes ambos, se preparan para cumplir su misión más importante en el día, llegar a la Estación Madre Bernarda y ponerse rumbo a casa. Al apearse el cuerpo cansado y al borde del aturdimiento producto del trasegar inclemente del día, lo esperan varias almas igual de desgastadas y con el colapso sobre sus ciernes, que de forma unánime predican con el tono alto y haciendo alarde de los últimos destellos de paciencia, elocuencia y vitalidad, alcanzando a musitar: “El A-107 está demorado, vamos a bloquear”. Cuando fui al encuentro de alguno de los sujetos que hacían predicamento de tales palabras que luego se convirtieron en hechos, fue lapidario al manifestar: “Siempre es el mismo cuento”. Tales aseveraciones no me las creía, hasta que me tocó presenciarla varias veces en el mes del acontecimiento y en aquel posterior, por lo que sí, tales sucesos con las rutas alimentadoras no pueden ser catalogados de histeria colectiva o episodios de inconformidad particular, pues son el resultado de una honda deuda que tiene el sistema con sus afiliados: La regularidad en la prestación del servicio.

A nosotros, los del común, podrán los grandes ejecutivos llenarnos, como lo hacen con las autoridades distritales, de datos respecto a sus horas valle y al gasto que la operación de los articulados les representa, y ya ni hablar del poco financiamiento que se alega en cada una de sus reuniones o la sostenibilidad del sistema que tambien se erige como tema en las mismas; sin embargo, nosotros, el populacho, no entendemos de razones técnicas ni mucho menos económicas, lo que percibimos se llama realidad y aquella se resume en una lógica bastante básica, sencilla y sin algoritmos difíciles: si uno paga por un servicio ellos deben prestarlo en condiciones óptimas, o sino que no lo presten.

Buses desparramados por las principales avenidas de la ciudad; articulados y alimentadores sin aire acondicionado, un tiempo de frecuencia que llega más de 30 minutos con suerte para un alimentador y de 20 para un articulado; un sistema de recaudo ineficiente para atender los requerimientos de la población que necesita tomar un alimentador al no existir suficientes puntos para hacerlo; inseguridad; un salario deficiente para los conductores, que deben manejar los buses a veces con fallas y aguantar el maltrato por parte de algunos usuarios ante la mala prestación del servicio (lo cual no se encuentra justificado). Un panorama, que a todas luces, convierte a Transcaribe en una incurable patología que deben sufrir los usuarios ante el inclemente sol, en la lluvia (que llueve más dentro del bus que por fuera) o en la inmensidad de la noche.

Es lamentable, que en una ciudad que se jacta ante el mundo de ser un destino turístico predilecto, ameno y recreativo; no haya podido, aun con el presupuesto inyectado, solucionar la necesidad básica del transporte para los cartageneros. Mientras existe disponibilidad presupuestal para realizar las fiestas de noviembre, pavimento y el futuro contrato de navidad; para llegar a un consenso con el Sistema de Transporte Masivo, no existe. Aun, cuando algunos Sistemas Masivos de Transporte en el pais han tomado medidas como: ajuste y agilización de planes de mejora para operadores con condiciones más estrictas para presentar y ejecutar acciones correctivas; implementación de estrategias para descongestionar estaciones y mejorar los tiempos de desplazamiento como la priorización de las rutas fáciles; mejoras en la frecuencia de paso de los vehículos, mediante aumentos en la oferta en horas pico y optimización de la operación; uso de la tecnología para control de tráfico; enfoque en la mejora continua mediante monitoreo de indicadores de calidad, aplicación de metodologías para identificar y corregir fallas en la operación, y capacitación del personal para mejorar el servicio.

Por tanto, la precaria crisis de Transcaribe está más vigente que nunca, los usuarios tendremos que comernos la galleta y padecer siempre una pesadilla que nos espera y de la cual tendremos la certeza de que ocurrirá. Para cambiar esta realidad, no basta con palabras ni promesas vacías. Es urgente que las autoridades y operadores asuman con responsabilidad y compromiso la mejora del sistema, invirtiendo en infraestructura, tecnología y, sobre todo, en el bienestar de quienes día a día dependemos del transporte público. Nosotros, los usuarios, también debemos tener una porción en la torta, pues tenemos derecho a un servicio digno y eficiente por el cual se paga. Solo así, con el consenso de los distintos actores, lograremos transformar Transcaribe en un sistema que realmente sirva a Cartagena y a sus habitantes, convirtiendo el viaje diario en una experiencia menos traumática y más humana, porque sí, aun con las quejas, es un sistema que vale la pena recuperar y poner en operación plena.

Únete a nuestro canal de WhatsApp
Reciba noticias de EU en Google News