Un perro hambriento se comió una gallina en Lebrija y como castigo le arrancaron los dientes y le cortaron la lengua; en Buenaventura, algunos pescadores han sido denunciados por usar cachorros recién nacidos como carnada viva para atraer tiburones; en Barranquilla, una perrita comunitaria fue perseguida por un hombre, quien la golpeó varias veces y luego la acuchilló hasta matarla en plena calle.

Transcaribe y una pesadilla esperada
JOSÉ DAVID VARGAS TUÑÓNEstos no son hechos aislados ni exageraciones, son historias reales, dolorosas, que nos obligan a reflexionar sobre nuestra humanidad y el trato que damos a los seres más vulnerables. Esos son solo tres de los muchísimos casos que vemos a diario como expresiones brutales de una violencia que se repite en muchos rincones del país y lo más doloroso es que la mayoría de estos crímenes quedan impunes, pues se calcula que el 98% de los casos de maltrato animal en Colombia no recibe sanción alguna. Frente a esta realidad, lo único que nos queda es educar.
La compasión no puede ser un lujo de algunos, debe ser parte del aprendizaje cotidiano. Por ello, celebro la reciente aprobación de la Ley Empatía por parte de la Cámara de Representantes, la cual simboliza una luz en medio del horror. Esta nueva Ley busca formar niños y jóvenes que comprendan que los animales no son objetos ni estorbos, sino seres sintientes, capaces de sufrir, tener miedo y sentir amor. Porque quien aprende desde pequeño a respetar la vida difícilmente será indiferente ante el dolor ajeno.
La norma propone un enfoque transversal para transformar la relación de niños y adolescentes con los animales desde las aulas, disponiendo que el Ministerio de Educación incluya en los currículos escolares contenidos sobre trato ético a los animales, tenencia responsable, prevención del maltrato, entre otros. Pero esa propuesta no solo se limita a concientizar, sino que trae consigo la oportunidad de hacer servicio social en refugios y fundaciones de protección animal.
Celebro además que esta ley no está enfocada en castigar, sino en prevenir. No llega con más penas, sino con conciencia, porque se trata de apostarle a una fórmula que desde niños y desde las aulas nos enseñe a cuidar y respetar a los animales y que no solo protegerá a perros, gatos y especies silvestres; sino que también sembrará humanidad en quienes mañana serán los adultos. Es sin duda un llamado a mirar el sufrimiento animal como un reflejo de nuestras fallas como sociedad y a entender que no hay paz posible si no se empieza por los más vulnerables.
Vamos por buen camino, hoy tenemos leyes más firmes, como la Ley Ángel, pero es sabido que castigar no basta si no transformamos al ser humano, porque se nos ha demostrado que no sirven de nada las leyes si el corazón sigue siendo indiferente. Por eso la Ley Empatía es una respuesta profunda, sentida y transformadora a una crueldad que nunca debió normalizarse.
