Hace unos días se lanzaba ‘Lux’: cuarto álbum de estudio de la artista española Rosalía. Alcanzando ipso facto la cima de los palmareses, el disco goza de gran acepción y suscita animados diálogos entre el gran público y profesionales de la música. Egresada de la Escuela Superior de Música de Cataluña, Rosalía se aleja del estilo que aseguró su fama para firmar una obra mucho más personal que honra sus conocimientos técnicos. El álbum consta de 4 movimientos que referencian el cristianismo, el feminismo y el arte en general, el todo expresado en 14 idiomas. El enfoque conceptual, operático y sinfónico de ‘Lux’ contrasta con el paisaje sonoro actual, donde el reduccionismo cultural y técnico conduce a la monotonía de los parámetros musicales, expulsándose del gusto común casi toda noción de lo acústico, de lo sublime, y de lo abstracto.
En ‘Berghain’, el audaz primer sencillo del álbum, Rosalía configura una suerte de manifiesto estético con el apoyo de la proteica Björk, del ácido Yves Tumor y de la eminente Orquesta Sinfónica de Londres. Las referencias al ‘Invierno’ de Vivaldi, a la ‘Serenata’ de Schubert y a arias de coloratura como ‘Der Hölle Rache’ de Mozart, destacan al enunciarse en su tonalidad común de re menor; otros auditores nombran a Orff, Glass, Stravinsky y hasta Amy Winehouse entre las influencias. Esto dicho, la manipulación electrónica de los sonidos orquestales, la aceleración extrema de los arpegios en las cuerdas, la ecualización saturada de los metales —propia de géneros urbanos— y ciertas inflexiones flamencas ya presentes en trabajos anteriores, prestan al resultado final una presencia muy distinta a la de cualquiera de sus ingredientes. En la heterogeneidad de su abarque creativo, ‘Lux’ recuerda al magnífico ‘Multitude’ de Stromae y a ciertos temas de Calle 13, y la presencia de Björk como pionera de esa tendencia sella su impronta.
Es cierto que la marcha armónica de ‘Berghain’ es poco más que lo denominado “cadencia perfecta”: el mínimo de información auditiva requerido para establecer un arraigo psicoacústico, asociado al concepto de “tónica”. Es verdad que buena parte del material propuesto es derivativo y está simplificado desde sus fuentes, como en Einaudi o Richter y al contrario de Queen, por ejemplo. Pero estas críticas se invalidan al verse el álbum como una valiosísima puerta de entrada a géneros que la industria normalmente eclipsa y pisotea. Así como la saga de ‘Harry Potter’ inició a una generación a la lectura, la valía de ‘Lux’ al facilitar el acceso a obras más trascendentes es innegable. Coincidiendo con el reciente éxito de Xania Monet —primera artista generada por IA en ingresar al Billboard—, ‘Lux’ es una bofetada al algoritmo y una reivindicación de libertad artística en época de oscurantismo cultural.

