comscore
Columna

11:11:11

“Mi llamado es a que tenemos que seguir gestando nuestra independencia...”.

MARTHA AMOR OLAYA

Compartir

El solo número es mágico. Nuestra historia está cada vez más en la boca de todos. ¡Qué bello presenciarlo! Ya no se limita a la discusión íntima entre un profesor de historia con sus estudiantes. Ocultos de la narrativa oficial. Ahora, cientos de estudiantes y de profesores tienen un canal, donde lo vociferan y son esos, al parecer insustanciales esfuerzos, los que han hecho que no sea un júbilo en solitario y sin sentido, sino, por el contrario, en más escenarios, se reconozca la importancia de la gesta, y se repita, y repita y repita, para que, en algún momento, la verdad mancillada sea legítima y no despectivamente llamada: el canto del resentido, como se refieren quienes les afecta lo que contradiga la narrativa oficial.

La oficialidad no entiende, y no le importan, los procesos de recuperación de la memoria histórica y se empeña, bajo la lógica del mercado, en desdibujar lo que algunos con tanto ahínco han buscado rescatar. Pero, bueno, la batalla no se pierde, porque las resistencias son cada vez más visibles, y como parece repetirse (se repite) en la historia, en las dinámicas sociales, en las leyes universales de la vida, que la humanidad se sostiene en la natural tensión del poder que abusa, y la resistencia que sobrevive.

El desorden, al que también llaman despectivamente, es la más hermosa alegoría, no violenta, de la insurrección. El goce desmedido, el reclamo y la celebración de la libertad, el desafuero absoluto hacia eso que pretende “gobernarnos” la vida hace parte de la festividad. Por ello es tan importante la celebración. Por ello, detener “el oficio” y entregarse al goce es parte integral de lo que se conmemora, es refundar la independencia, al menos por un instante, por solo un par de días, recordarnos que así sea solo nuestro cuerpo, el territorio, el espacio público, la calle, es nuestra, soberanamente nuestra, y es precisamente por eso, no cabe que alguien entre a organizar nada. Y sí, al que le moleste el “desorden” que se vaya, se encierre y reniegue, pues seguramente está muy cómodo con lo que hacen de su vida, todos los días.

Ahora bien, antes de que me tachen de incoherente tengo que confesar que soy una boba grande (por mi tamaño). No me gusta el ron, ni el bullicio, ni que me tiren cosas, me gusta mover el cuerpo solo en lugares “seguros”, porque sí, he sentido miedo, y me he sentido expuesta, soy ese raro miembro de familia, que los acompaña en fiestas, pero le cuesta. Yo no hago revolución en la calle, no grito, no empuño un arma. Soy más bien la que se encierra, la que llora, la que se va. Sí, la cobarde, que necesita del silencio para comprender el mundo, y un lápiz, para romper su burbuja y poder interpretar y entender una realidad que se le escapa, que está fuera de su yo, pero lo constituye. Mi revolución es en el silencio y la soledad de la escritura, y mi grito de independencia, está en ella misma, encerrada como yo. Cada quien la hace, como puede y con lo que tiene.

Y desde ahí, hoy mi llamado es a que tenemos que seguir gestando nuestra independencia, porque todavía le pertenecemos a alguien, nos roban, nos venden lo que es nuestro, se aprovechan de lo que somos y de lo que hacemos. Tenemos nuevos colonos, solo que ahora disfrazados de libre cambio, democracia, “transacciones legítimas” en donde el suelo, el cielo, los recursos naturales tienen dueños. Son explotados y no protegidos, ni distribuidos equitativamente. La esclavitud se manifiesta de muchas formas. El hambre y la pobreza le ponen precio a todo. Hay quienes piensan que un sueldo los hace dueños de tu vida. Así que la independencia la conmemoramos con nostalgia un 11:11 y la gestamos todos los días, hasta la muerte.

Únete a nuestro canal de WhatsApp
Reciba noticias de EU en Google News