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Columna

Omnipotencia

“Tenemos un presidente que proyecta en sus discursos una manifestación de omnipotencia, que le conduce a desconocer sus límites ante las demás estructuras constitucionales del poder...”.

Christian Ayola

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El cuadro de Michelangeló Bunarroti: ‘La creación de Adán’, luce imponente en la bóveda de la Capilla Sixtina en el Vaticano, tal vez sea la obra que transmita visualmente la más grande experiencia de omnipotencia, es decir, la sensación de que alguien pueda poseer un poder ilimitado sobre sí, sobre todos los demás y del entorno mismo.

La paradoja de la omnipotencia es un antiguo dilema filosófico que interroga los límites del poder absoluto; plantea una pregunta aparentemente sencilla, pero profundamente inquietante: ¿Puede un ser omnipotente crear una piedra tan pesada que ni siquiera él pueda levantarla? Si puede crearla, entonces hay algo que no puede hacer (levantarla); si no puede crearla, entonces hay algo que tampoco puede hacer (crear la piedra). En ambos casos, parecería que su omnipotencia es imposible. Antiguos escritos secretos dicen que fue uno de los desafíos de Satanás a Jesús en el desierto.

La paradoja ha sido utilizada para cuestionar la idea de Dios como omnipotente. Algunos teólogos argumentan que la omnipotencia debe entenderse como coherente con la naturaleza divina, no como un poder arbitrario. Recordándonos que incluso los conceptos más grandiosos deben rendirse ante la lógica, lo que nos invita a pensar en los límites del poder, y nos obliga a preguntarnos si la omnipotencia implica la capacidad de realizar lo lógicamente imposible, o si está sujeta a las leyes de la lógica. Algunos filósofos, como Tomás de Aquino, sostuvieron que la omnipotencia no incluye la capacidad de hacer lo contradictorio, como por ejemplo construir un círculo cuadrado.

En términos psicológicos, la paradoja de la omnipotencia también puede leerse como una metáfora de los límites del yo. El deseo de control absoluto, tan presente en la infancia de niños maltratados, abusados y carentes de afecto, transita hacia la formación de estructuras narcisistas de la personalidad adulta, que tropieza, inevitablemente con la realidad. Los médicos habitualmente acostumbrados a luchar contra lo biológicamente imposible, hemos sido afectos a creernos omnipotentes, reflejado en muchos comportamientos profesionales, transmitidos a la cultura en la obligación medica de vencer a la muerte, responsabilidad falaz por absurda que la sociedad asigna, y lo peor es que son muchas las veces que transita por los juzgados.

Tenemos un presidente que proyecta en sus discursos una grandilocuencia que puede interpretarse como una manifestación de omnipotencia, que obligatoriamente le conduce a desconocer sus límites ante las demás estructuras constitucionales del poder, retórica objeto de análisis clínico, político y mediático, que le genera tensiones institucionales, polarización y aislamiento político, como lo han señalado analistas que advierten que “el peor enemigo de Petro es Petro mismo”. Dichas manifestaciones se evidencian especialmente cuando se auto-adscribe un papel trascendental en la historia, el universo o el destino de la humanidad.

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