El comienzo y el final de algo puede ser muy difícil de precisar, casi una utopía. En ocasiones solo el tiempo nos permite establecer, mucho después, cuándo comenzó algo y/o cuándo terminó. Según la ley de termodinámica, “la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma”, tendríamos que aceptar que no existe un claro comienzo o un final específico de algo en la naturaleza sino una constante transformación. Uno de los más espeluznantes procesos de transformación apareció desde la primera frase con que comienza el majestuoso libro La metamorfosis: “Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”. Algunos dirán que no lo han vivido puesto que, para bien o para mal, han votado por el perdedor o en el peor o mejor de los casos han usado la inane balota del voto en blanco, pero creo que así es como ven algunos electores frustrados y engañados a sus presidentes luego de haber votado por el monstruo en que se trasformó el otrora fantástico candidato.
Candidatos antes gobernantes después parece que todos leyeron, y han pretendido aplicar a Maquiavelo cuando desde el mismo comienzo de El príncipe escribió que “todos los Estados y dominios que han gobernado o gobiernan a los hombres son repúblicas o principados”. Y eso han intentado todos cuando, de una u otra forma, han tratado de convertir lo poco que tenemos de repúblicas en principados en los cuales el poder es de su propiedad y por tanto se lo apropian y pretenden darlo como herencia a sus descendientes o delfines, de familias o de ideas para, además, evitar que caiga en las manos de los otros que antes y después han intentado o intentarán hacer más de lo mismo. Y es la realidad la que asombra cuando es tan parecida al inicio de Historia de dos ciudades: “Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos; era la época de la sabiduría, era la época de la necedad; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas”. Parecería que Dickens escribía sobre nuestros tiempos cuando desde la óptica del gobierno y sus seguidores todo es belleza y perfección, mientras que para la oposición todo es desgracia y tragedia.
Algunos dirán que este periodo presidencial que vivimos, y padecemos, comenzó con el fracaso de la oposición, otros dirán que en realidad nunca comenzó mientras que, tal vez, muchos solo esperan que pronto termine. Algo así, pero dramáticamente muy diferente, plasmó con dolorosa maestría Thompson en una de sus mejores obras al escribir que “nada comienza ni nada termina que no se pague con gemidos, porque nacemos en el dolor de otro y perecemos en el nuestro”.

