El último informe del DANE sobre empleo informal y seguridad social, que presenta una caracterización de la población ocupada a partir de los principales criterios para medir el empleo informal, como son el tamaño de empresa y la afiliación al sistema de seguridad social en salud y pensiones en las 23 ciudades principales, llama a la preocupación.
El DANE considera como ocupados informales a todos los asalariados o empleados domésticos que no cuentan con cotizaciones a salud ni a pensión por concepto de su vínculo laboral con el empleador que los contrató. Igualmente, se consideran como ocupados informales, por definición, a todos los trabajadores sin remuneración, así como los trabajadores por cuenta propia y empleadores que hayan quedado clasificados en el sector informal, conforme a las definiciones de la Gran Encuesta Integrada de Hogares.
De conformidad con dicha encuesta, la informalidad se mantiene en niveles altos, por encima del 55%, con una persistencia mayor en las áreas rurales dispersas, alcanzando allí el 83% en el trimestre junio - agosto de 2025. Por fortuna, a pesar de la alta informalidad, se ha venido reduciendo la tasa de desempleo, lo que hay que cuidar al máximo, razón por la que preocupan los anuncios sobre aumentos desbordados del salario mínimo, al punto que si es cercano o superior al 10% los efectos en la inflación golpearán la productividad empresarial, y también a los hogares.
Esa posibilidad explica en parte por qué el Banco de la República ha mantenido inamovibles las tasas de interés. Tendría el Gobierno que comportarse con suma ortodoxia para evitar que el impuesto más oneroso para los pobres, esto es, la inflación, les golpee en demasía, singularmente con el aumento de los precios en el inicio del año 2026, como suele suceder.
La combinación de precios altos y desestímulo a la formalización empresarial es compleja; si esta fórmula se mantiene, es altamente probable que crezca la informalidad.
Por eso, preocupa que la política partidista cuyo discurso castiga a los empresarios o a la iniciativa empresarial, desincentive la formalización. Si los trabajadores que tendrían vocación de ingresar a las empresas formales no encuentran motivaciones para vincularse a estas, la vía hacia la informalidad se multiplicará, con la desventaja de que el populismo tiende a premiar a quienes están por fuera del mercado laboral con incentivos o un bajo control o ejercicio de la autoridad.
Quienes manejan estos discursos tendrían que tener en cuenta que entre más informalidad, menos posibilidades de asegurar una vejez a los ciudadanos en la que cuenten con pensión y salud de alta calidad. Frente a la informalidad, el Estado padece de un complejo de culpa, y es que se siente tan responsable de este fenómeno, por la corrupción y la ineficiencia, que procura normas y actos que la patrocinan e incentivan.
