Celebrar en este día la memoria de los seres queridos que han vuelto a la casa del Padre es la oportunidad de agradecer la bondad y la grandeza de quienes han sido parte de nuestras propias vidas o han dado vida a la vida de la sociedad y de la humanidad; especialmente los que la han dado para que otros tengan vida, luchando por la justicia, la verdad, la solidaridad, la fraternidad, el amor, contra corriente y en mareas turbulentas y huracanes de perfidia, envidias degeneradas, persecuciones irracionales y crímenes atroces.
Celebrar la memoria de un padre, de una madre, una esposa o esposo, un hermano o hermana, de una tía o tíos queridos, de un amigo sincero y bondadoso que se han ido; celebrar porque la grandeza se exalta y genera alegría y esperanza. Tantas y tantos que han sido parte de nuestras vidas se han ido a lo largo de este año, es posible que ello haya sido por sorpresa o lo hemos preferido pidiendo al Dios de la misericordia y el consuelo que los llevara a sus moradas, para no verles sufrir cuando ya no había esperanzas para creer que iban a seguir en los caminos de la vida. Y ello duele, pero igualmente nos habla de la condición humana frágil y de lo inesperado de tantas experiencias, dolorosas algunas y menos gratas otras. Y allí, en el centro y en corazón de lo que vivimos cada día, está Dios, el Dios de la misericordia y Padre de Jesús, el Dios que nos da juntamente con Jesús la fuerza de su Espíritu para producir novedad a todo lo que envejece y se marchita.
Celebrar la memoria de los que perdieron la vida en la tragedia irracional de esta guerra que se nos ha vuelto natural por más de 60 años y que algunos de sus dueños la quieren perpetuar y acelerar, porque participan de la ideología de la paz por la violencia y el dominio del más fuerte, es de Dios. Hermanos todos, nos ha dicho el papa Francisco, llamados a la construcción de la paz contra toda propuesta guerrerista nos viene recalcando el papa León, para honrar a todos los que han dado la vida luchando contra las fuerzas de la muerte.
La memoria agradecida por las vidas de nuestros familiares y amigos, y las de aquellos y aquellas que han dado la vida para que un día llegue la sensatez y la cordura que engendren una sociedad en paz, nos construya como hombres y mujeres que quieren hacer verdad que la paz que nos dejó el divino Jesucristo, no sea como la que da el mundo sino como la espera el Dios de la justicia, la misericordia y el consuelo, el que sigue invitando a seguir andando por los caminos de la vida anticipando, aunque sea como la semilla de mostaza, la presencia de su reinado. Hacer memoria de quienes han sido fuente de bondad y amor para nuestras vidas es invitación a renovar la esperanza en el triunfo de la vida resucitada, porque en Cristo, la muerte fue vencida.
Teólogo Salvatoriano.
