Cada vez que alguien empezaba a explicar lo inexplicable, mi hermana decía: no aclares que oscureces. Y es que a veces es mejor quedarse callado que intentar dar justificación con argumentos que complican más las circunstancias. Esto es justo lo que le ha pasado al presidente Petro con el cuento de su separación “hace años” de Verónica Alcocer. Si bien en la vida del mandatario todo es un secreto a voces y hace mucho venimos escuchando sobre la pésima relación de esa pareja, su argumentación es gravísima para la que “actúa” como la primera dama. Hemos oído de andanzas con travestis, de relaciones extramatrimoniales por ambas partes y hasta de un taconazo cuya prueba descansa en los archivos de la Fundación Santa Fe por una infidelidad del señor. Pero todos presumíamos que la unión se conservaba para beneficio de las partes.
Ante la nueva salida del presidente por la inclusión del nombre de su exesposa en la lista Clinton, salta a la luz pública que su excónyuge ha venido haciendo uso del dinero de los colombianos sin ninguna justificación. Esto es más que una confesión personal, ya que esta persona actúa en nombre del país y con representación oficial. Hace menos de un mes, Verónica visitó la cárcel de La Picota sin explicación gubernamental, pero con escoltas, prensa y respaldo institucional. En lo que va del año 2025, ha representado al país en foros internacionales, ha viajado en el avión presidencial para reunirse con líderes mundiales y ha seguido una agenda pública. Ella, aparentemente, tiene personal, presupuesto e imagen diplomática.
¿Con qué legitimidad se adjudican recursos públicos para una condición que no existe? Él puede querer marcar distancia para protegerla de la parte legal y los problemas que él mismo está generando con Estados Unidos, pero si están separados ha sido una primera dama representando al Estado sin legitimidad alguna.
Sus comentarios argumentando que eso es “su vida privada” y “nadie manda” en su “corazón” o que ella “cuida a sus hijas” son más chimbos que un billete de $15.000. Su argumentación sería válida si él, con su sueldo presidencial, le pagara un apartamento en el norte de Bogotá o el leasing de un carro de mediana gama; si la señora viajara en líneas aéreas comerciales o si de verdad estuviera en Colombia cuidando a las “niñitas”. Pero esto está muy lejos de la realidad. El carácter de la señora no permitiría esto. Ella viajó a Abu Dabi este año en visita oficial y vivió en Europa por un año. Específicamente en Estocolmo y con apoyo de la embajada.
Pese a que no existe una partida oficial rotulada “bienestar primera dama”, se han documentado contratos para su ventura como el del famoso Nerú, por 77 millones de pesos, y se nombran personas cercanas a ella en cargos oficiales. A Verónica le gusta el poder y no lo disimula. Su poder se extiende sobre Petro.
