La necesidad de abastecimiento de productos de primera necesidad llevó a las poblaciones, según la costumbre española, a que los pueblos se formaran alrededor de una plaza, que servía de esparcimiento, de sitio de reunión y de referente del conglomerado. Pero también era el lugar para el mercado público, a donde semanalmente acudían los cultivadores y granjeros a llevar sus productos para ser adquiridos por la población.

Clímaco Silva: utopía al alcance de los sueños
HENRY VERGARA SAGBINIEsas plazas, a medida que las aldeas fueron creciendo y se requería de sitios más adecuados, pasaron a convertirse en “casas de mercado”, lugares bajo techo, con infraestructura que permitían disponer de puestos de venta organizados y seguros, en donde era más fácil prestar el servicio.
En muchas ciudades se fueron construyendo verdaderos edificios monumentales como en Bogotá, Cartagena, Bucaramanga, Cali, Medellín o Cúcuta y otras capitales, incluso en ciudades intermedias.
Pero la verdad fue que el tiempo y la desidia de los gobernantes hicieron que esos sitios perdieran la importancia; la aparición de los supermercados de cadena, con grandes superficies en donde se consigue de todo, hizo que esos antiguos sitios vinieran en decadencia, sobre todo para ciertos sectores de la población, lo que llevó a que se deterioraran y continuaran funcionando en medio de la desorganización, el desaseo y el olvido.
En Colombia no fue posible seguir el ejemplo de la mayoría de ciudades importantes en el mundo, que rescataron esos sitios como lugares emblemáticos y los ajustaron a la modernidad, hasta hacerlos hoy verdaderos centros de atracción turística, pues se pueden apreciar fabulosas estructuras muy bien dotadas y organizadas y además con cafeterías, restaurantes y toda clase de atractivos.
El mercado público sin duda constituye un referente cultural y como tal hay que rescatarlo. En los modelos urbanos que apreciamos hoy, en cualquier ciudad importante de Europa, el mercado es un punto de contexto no solo para los ciudadanos residentes, sino para cualquier turista. Allí es posible apreciar todos los productos nativos, y también los exóticos, y degustar de toda clase de platos que se ofrecen en sitios perfectamente adecuados, en donde cualquier visitante está en capacidad de pasar un rato lleno de deleite y satisfacción.
Y pensar no solo en los mercados centrales, sino también en los satélites; para mejorarlos, para colocarles todas las adecuaciones posibles; para hacerlos sitios atractivos y decentes para cualquier visitante.
Sin duda este elemento eleva la calidad de vida y también contribuye para que las ciudades muestren su identidad, su cultura y sus costumbres.
