El más valioso activo natural que tiene Cartagena es el agua. Así lo he pensado siempre. Así lo confirma la realidad. Recuerdo los títulos de algunos textos en los que he expresado mi pensamiento al respecto: “Cartagena, ciudad agua”. “Cartagena, ciudad Archipiélago”. Su espléndido mar, su amplia y abrigada bahía, su gran ciénaga y su sistema de caños perfectamente articulados, hicieron posible su existencia como ciudad.
Casi todos los acontecimientos importantes ocurridos en Cartagena a lo largo de los siglos han tenido que ver con el agua. El mar ha sido su esencia. Lo fue antes. Lo es ahora. Lo será por siempre. En alguna ocasión escuché a alguien decir que “Dios creó a Cartagena cuando era marinero”. Hermosa manera de definir a una ciudad cuyo ADN es líquido salobre, por encima de cualquier otro componente vital.
En sus adentros físicos, Cartagena no ha sido afortunada con el agua. Sus caños fueron prácticamente cegados, su bahía contaminada hasta el suplicio, su ciénaga convertida en cloaca putrefacta. No fue el azar el causante de tal desastre. Lo fue el hombre. Al hombre corresponde enmendar tamaña afrenta, aunque es imposible devolver todo su esplendor a la naturaleza ofendida.
El mar cartagenero es de una belleza alucinante. De manera especial en los atardeceres y las madrugadas. Disfrutarlo entonces ofrece una vigorosa satisfacción espiritual. Alejandro Obregón alcanzó a descifrar la magia de los colores del mar cartagenero. De forma asombrosa la llevó al lienzo con su pincel encantado. De alguna manera yo viví ese embrujo y lo plasmé en un poema dedicado a la reina del plumaje oscuro: “Cuando el mar abandona su luz con esplendor de fuego/ Mariamulata sobrevuela las aguas/ roba color a la noche/ viste de negro absoluto su ropaje de plumas/.
Dos hechos recientes han permitido devolver la mirada de los cartageneros hacia el mar que los alumbra. La reconstrucción del Monumento a los Alcatraces, y del Monumento a los Océanos, que se habían convertido en ruinas vergonzantes. Ahora, gracias al empeño del alcalde Dumek Turbay, vuelven a ser lugar de encuentro y de contemplación del portentoso mar Caribe que nos da su identidad. En algún tiempo se agregará el Gran Malecón del Mar, varios kilómetros de infraestructura marinera que entregará nuevas visuales para disfrutar de nuestro incomparable mar Caribe.
Revivir la Cartagena marinera es ganar pertenencia. Generar orgullo. El mar no debe ser solo referencia sino querencia mayor. La más enraizada. La que envuelve. La que no suelta. El mar canta, baila, susurra, enamora. Interpretando su lenguaje nos amamantará mejor. Nos regalará Cartagenidad.

