Sí, sé que el título de esta columna no es precisamente sutil. No está abierto al debate, que digamos. Me da igual. Soy español y de lo de acusar a la gente de estar en contubernio con el demonio y acto seguido chamuscarlos a base de bien los españoles sabemos bastante. Así que permitan que respete mis tradiciones seculares y me erija en Supremo Inquisidor denunciando el pecado y el pecador allí donde los veo. El pecador es, en este caso, mi amigo Jacobo Roberto, del que ya les he hablado en pasadas ocasiones por sus lamentables costumbres. Ciertamente, se trata de un gran padre de familia, respetado profesional, hombre honorable en general. Pero también peca y el pecado que corresponde denunciar hoy es abandonarse al gran Satán de la Inteligencia Artificial. Repitamos todos juntos: la IA es mala, la IA es nefanda, la IA es la encarnación del diablo.
Jacobo Roberto es profesor como yo. Pero él, de un modo manifiestamente equivocado, considera que la IA ha venido para ayudar a los alumnos a aprender más y mejor. Su teoría es que la IA contribuye a mejorar las clases y la experiencia docente en general. A más IA metamos en las clases más amenas serán, mejor se lo pasarán los alumnos y más aprenderán. Todo perfecto. Salvo que no es cierto. Es justo lo contrario. Meter la IA en las clases es como poner al lobo a cuidar de las ovejas, darle al ladrón las llaves de la caja, confiar en el político que nos dice que será honrado. No puede salir bien. A los hechos me remito: alumnos que responden preguntas limitándose a leer lo que les dice la IA en la pantalla de su teléfono, trabajos hechos con IA, apuntes de clase completados con información suministrada por IA.
El problema no es sólo que los alumnos no se esfuercen y, derivado de ello, no aprendan del mismo modo que cuando son ellos los que tienen que hacer las cosas sin ayuda de nadie. No es sólo que no avancen, es que retroceden. Cualquier profesor mínimamente sincero reconocerá que sus alumnos son cada año más tontos. Por supuesto, la IA no es la única causa, pero sí es una de las causas. La pregunta que realmente deberíamos hacernos en las instancias académicas es: ¿de verdad creemos que la IA mejora la experiencia docente o lo que mejora es nuestra experiencia como docentes? Quizá la IA no ayuda a los alumnos, pero sí que nos facilita las cosas a los profesores. Y de ahí el interés. Ay, Jacobo Roberto, arrepiéntete y vuelve con los justos. Aún puedes salvar tu alma pecadora.

