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Columna

Carta anticipada al Niño Dios

“Sé que tienes múltiples ocupaciones en un mundo sin conciencia ni jáquima…”.

HENRY VERGARA SAGBINI

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Sé que tienes múltiples ocupaciones en un mundo sin conciencia ni jáquima. En Colombia hemos acudido a la intermediación de todos los ‘Santos’ sin ningún éxito, mucho menos ahora en plena contienda electoral: peleas encarnizadas de perros, gatos, serpientes, escorpiones y vampiros marchitan lo poco que nos queda de esperanza. Te escribo con el corazón de millones de colombianos que, a pesar de tantos fracasos, aún creemos en los milagros: paz verdadera es alimentos sobre la mesa, educación de calidad, respeto por la vida y a las diferencias, convencidos de que, esperanza y dignidad son los sueños del hombre despierto, no es delito defender causas justas, como lo hiciste tú y fuiste crucificado. Ojalá algún día entendamos que la paz no solo es ausencia pólvora, es presencia robusta de justicia con los ojos vendados. Te imploramos tranquilidad para los territorios y tugurios repletos de jóvenes sin futuro, madres y abuelas llorando a sus hijos que no regresarán; tranquilidad para dormir sin sobresaltos. No imploramos lujos, solo pan sobre la mesa, que no nos maten por expresar lo que pensamos, tranquilidad no impuesta por decretos, discursos hirientes y sectarios; se teje respetando derechos ajenos: la vida y la sonrisa del humilde labriego como la del más encumbrado, son sagradas, valen mucho más que todos los fusiles. Tú que naciste en Belén de Palestina, hazles entender a los poderosos del mundo que, cada vida, sin distingo, es un tesoro, no tiene precio, merecemos morir de viejos empapados en la ternura de nuestros seres queridos. Aseguran los sabios que la esperanza es el sueño del hombre despierto y vivir plenamente es el comienzo de la esperanza, que no existe camino para la paz, la paz es el camino, esa que no se obtiene a la fuerza, sino con el entendimiento. Los discursos sobre la paz, deberían remplazarse trabajando, sin tregua, para conseguirla y preservarla. Comienza con nosotros mismos, extiende su aroma en el hogar, oficinas, talleres y epidermis de la patria. La paz es más que ausencia de guerra, es la presencia luminosa de la Justicia, reconciliarse no es olvidar, es recordar sin odio ni resentimientos.

Niño Dios: aún no es diciembre y tomará tiempo reponerte de las heridas infringidas en la Franja de Gaza: te salvaste de morir junto a 20 mil niños palestinos destrozados por las fauces insaciables de Benjamín Netanyahu, pero, ¿quién lo duda? Existe un general mucho más temible que Herodes: el hambre cada año asesina 3 millones de niños en el mundo, 8.200 al día, 5 a 6 por minuto. ¿Quién lo duda? La desigualdad destroza más seres humanos que la maldita guerra. Sinceramente Niño Dios, necesitamos, cuanto antes, el mayor de tus milagros.

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