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Columna

Un sueño colectivo de inclusión y diálogo sincero que se desvanece

“Nuestra clase dirigente y nosotros, los ciudadanos, nos hemos apartado de aquella visión inicial, alejándonos de una ciudad abierta y soñada...”.

ANIANO MORALES BLANCO

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La Cartagena que vislumbrábamos en los albores del siglo XXI era una ciudad visionaria, proyectada con una planeación participativa donde cada voz contaba, cada idea sumaba y cada ciudadano tenía la oportunidad de aportar para construir un espacio común para todos. Era un momento esperanzador donde la inclusión y el diálogo parecían ser los pilares fundamentales del desarrollo urbano, rural, augurando un futuro brillante y compartido para los cartageneros.

La realidad, sin embargo, ha tejido un camino distinto. Nuestra clase dirigente y nosotros, los ciudadanos, nos hemos apartado de aquella visión inicial, alejándonos de una ciudad abierta y soñada donde el bienestar colectivo era el norte. En su lugar, hemos visto cómo el síndrome de ‘quien no opina como yo es mi enemigo’ se ha convertido en obstáculo formidable para el progreso pensado y construido desde la óptica del beneficio colectivo. La polarización y la intolerancia han erosionado el tejido social necesario para una Cartagena cohesionada y próspera.

La institucionalidad que una vez se planeó y se soñó por todos parece haberse reestructurado de manera adversa. Cartagena ha tenido 9 exalcaldes elegidos popularmente y 13 encargados, una situación que algunos no dudan en calificar como un “desgobierno”. Esta circunstancia ha posicionado a la ciudad, lamentablemente, en escenarios poco favorables, evocando desafortunados recuerdos de la ciudad fallida de los años 90 y los escándalos de moralidad pública que tanto daño hicieron a su reputación.

Han pasado 22 años en los que parecemos haber buscado soluciones, sin encontrar el rumbo claro marcado por un Plan de Ordenamiento Territorial (POT) que delineaba el camino del desarrollo sostenible y en armonía con la naturaleza y sus ecosistemas. Cuatro grandes macroproyectos -Bahía de Cartagena y Canal del Dique, Parque Distrital Ciénaga de la Virgen, Cerro de La Popa y Transporte Multimodal- se quedaron en letra muerta, quizás obedeciendo a otros intereses alejados de los beneficios para Cartagena y los cartageneros. Qué hermosa y segura se vería la ciudad si esos proyectos se hubieran desarrollado con componentes que beneficiaran a todos.

La avaricia y dinámicas excluyentes de ciertos sectores, particularmente de la zona norte, sumieron a la ciudad en un desarrollismo segrégame y de despojo por gentrificación. Las fronteras alimentarias y pecuarias se acabaron, convirtiéndose en espacios de construcción de viviendas alejadas del alcance de comunidades vulnerables. Este proceso ha profundizado las brechas sociales y espaciales en una ciudad que podría y debería ser más equitativa.

Otro avance que la ciudad planteaba era la descentralización hacia localidades y unidades comuneras como método de planificación participativa con organizaciones de la sociedad civil y comunal, articuladas y con conocimiento de la administración pública. Lamentablemente, el desgobierno de los exalcaldes no permitió avanzar más allá de tres localidades, sumiendo a la ciudad y su dirigencia comunal en dinámicas de poder económico y político que obstaculizan la verdadera participación ciudadana y menoscaban su dignidad comunal.

Al reflexionar sobre esta trayectoria, vienen a la mente palabras del escritor colombiano David Sánchez Juliao, quien en ‘El país más hermoso del mundo’ nos habla de la búsqueda de la belleza y la armonía en un mundo fantástico. Como Lalo y Tala en su viaje a bordo del Sol, Cartagena podría haber sido un lugar donde la fantasía de un desarrollo incluyente se convirtiera en realidad palpable para todos sus habitantes. Esta comparación nos invita a soñar con un futuro distinto, donde la ciudad recupere su rumbo hacia la inclusión y el progreso compartido.

Cartagena tiene recursos naturales valiosos como sus ecosistemas hídricos, cuya valoración económica es fundamental para promover su conservación y uso sostenible. Las próximas elecciones serán una oportunidad crucial para que líderes barriales y ciudadanos exijan compromisos claros hacia un desarrollo incluyente y sostenible para todos los cartageneros, rescatando así el sueño desvanecido de una ciudad para todos. Es hora de retomar el camino hacia una Cartagena donde cada habitante sea parte activa de su presente y futuro.

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