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Columna

Carta abierta a la ciudadanía cartagenera: las murallas, un patrimonio que nos llama a protegerlo

“Cartageneros, es tiempo de mirar nuestras murallas no solo como un paisaje turístico, sino como lo que son...”.

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Qué hermoso es contemplar nuestro recinto amurallado con sus baluartes, custodios silenciosos de la historia. Recorrerlos cada día es un verdadero placer, especialmente ahora que la Administración Distrital, bajo el liderazgo de nuestro alcalde Dumek Turbay, ha embellecido sus alrededores con nuevos jardines en la Avenida Santander y la restauración del Monumento a Los Alcatraces y de varias calles adyacentes.

Sin embargo, tras esa belleza visible, se esconde una amenaza silenciosa que muchos pasamos por alto: nuestras murallas están siendo gravemente afectadas por un hongo negro que se ha incrustado en sus piedras y las destruye poco a poco, a la vista de todos.

He sido testigo de los grandes esfuerzos que realiza la Escuela Taller Cartagena de Indias, institución que con admirable dedicación intenta limpiar y rescatar estas estructuras mediante métodos técnicos adecuados -como el uso de vapor de agua con carbonato de calcio-; pero este proceso debe completarse correctamente: no basta con limpiar las piedras, es necesario culminar el trabajo tal como se hacía en su construcción original, repellando o empañetando las superficies con cal apagada, arena y agua aplicada en caliente con llama metálica.

Es importante recordar que las murallas no lucían como las vemos hoy. Desde finales del siglo XVII, su acabado era más uniforme, cubierto con una capa protectora que sellaba la piedra y la defendía de la intemperie. Ese revestimiento no era un mero adorno: era un escudo técnico que garantizó su durabilidad durante siglos. Al perderlo, la piedra quedó desnuda y vulnerable a la humedad, los hongos y la contaminación.

Un ejemplo claro de cómo debe lucir una restauración apropiada puede verse en la Puerta de Paz y Concordia, frente al antiguo Circo Teatro -hoy Centro Comercial La Serrezuela-. Allí es posible apreciar cómo el trabajo de conservación puede devolverle a la muralla su aspecto histórico y, sobre todo, su protección estructural. A su lado, sin embargo, se observan lienzos cubiertos de ese hongo oscuro que continúa avanzando lentamente.

Este patrimonio no es solo de Cartagena, sino de la humanidad. Por eso urge que tanto las autoridades distritales como las nacionales gestionen ante la Unesco y otras instancias internacionales, el apoyo técnico y financiero necesario para su conservación integral. No podemos permitir que el descuido y la falta de intervención adecuada destruyan, piedra a piedra, uno de los legados más valiosos de nuestra historia.

Cartageneros, es tiempo de mirar nuestras murallas no solo como un paisaje turístico, sino como lo que son: un organismo vivo, que respira, sufre y necesita cuidados constantes. Defenderlas es defender nuestra identidad, nuestra memoria y el alma misma de la ciudad.

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