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Columna

Halloween sin miedo

“Una medida sensata sería decretar una ‘noche sin moto’ desde las 6 p. m. No se trata de castigar a quienes usan este medio...”.

Javier Ramos Zambrano

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El año pasado, la noche de Halloween en Cartagena terminó como un capítulo más de desorden y miedo. Lo que debía ser una celebración infantil se convirtió en un espectáculo de caos y violencia tras las caravanas de motociclistas, disfrazados y con máscaras. Hubo accidentes, robos y hasta un homicidio en La Castellana.

El alcalde Dumek Turbay decidió que este año la llamada “rodada” no va. Así lo dejó establecido con un decreto. La frase “no se vistan que no van” marcó su posición frente a los grupos de motociclistas que, desde las redes sociales, ya han anunciado que saldrán “duélale a quien le duela”. La tensión es evidente y el reto también.

Lo que el alcalde busca es lo que Medellín logró el año pasado: control total de la noche del 31 de octubre, con más de 1.400 hombres en operativo conjunto entre Policía, Ejército y Tránsito. Allí el resultado fue positivo, pero el contexto era distinto. En Cartagena, la confrontación está declarada, y eso obliga a pensar en una estrategia distinta. Si se actúa solo con prohibición, el riesgo es que los grupos desafíen el decreto y la situación escale en violencia.

Una medida sensata sería decretar una “noche sin moto” desde las 6 p. m. No se trata de castigar a quienes usan este medio para trabajar, sino de proteger el horario en que los niños salen a las calles y las familias disfrutan. Durante el día, los motorizados podrían cumplir sus labores; en la tarde-noche, la ciudad tendría un margen de control más manejable.

La propuesta no es caprichosa. Una restricción parcial facilita los operativos, evita persecuciones caóticas y les quita oxígeno a quienes ven en la caravana un desafío al poder local. Además, reduce la posibilidad de enfrentamientos entre moteros y autoridades.

En Barranquilla, la llamada “rodada payaso” fue acompañada y controlada por la Policía, y el balance fue positivo. Pero ese esquema requiere coordinación, confianza y voluntad de los grupos de motociclistas. En Cartagena, con los retos y provocaciones actuales, esa opción sería poco viable. Lo ideal sería que, si la prohibición se cumple y se respeta, no haya necesidad de una “noche sin moto”. Pero si la amenaza persiste, esa medida se convierte en una opción razonable para evitar el desorden.

Todos debemos tener claro que el espacio público no pertenece a quienes imponen el miedo, sino a quienes lo disfrutan en paz. En redes, cientos de personas le han pedido al alcalde decretar todo el día sin moto, y su respuesta negativa es sensata por la cantidad de personas que se movilizan en estos vehículos; sin embargo, desde esta tribuna se le invita a considerar lo de restringir, por esta vez, solo desde las 6 p. m.

Ojalá este año, en la noche del 31 de octubre, predominen en las redes sociales los titulares de la alegría de los niños y sus disfraces.

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