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Columna

Dilexi te- Te he amado

“Nos exhorta el papa a buscar soluciones estructurales a los problemas sociales e injusticias del mundo...”.

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

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El papa León escribe su primera exhortación apostólica, inspirada en una que había iniciado el papa Francisco sobre el amor a los pobres, poniendo especial énfasis en el compromiso que tenemos como cristianos frente a quienes viven en la necesidad o en cualquier forma de sufrimiento.

Nos recuerda cómo la vida cristiana ha sido siempre servicio. Nuestro Señor Jesucristo se encarnó en medio de limitaciones, pobreza y sencillez. Dedicó su existencia a los enfermos y a quienes necesitaban sanación moral, espiritual y física. En sus palabras y gestos manifestó de múltiples maneras que Él está presente en cada ser humano que sufre. Nos invita a tocar su realidad con misericordia y afecto, y a dejarnos evangelizar por ellos, porque son la misma carne de Cristo y nos recuerdan nuestra propia vulnerabilidad y precariedad.

El papa relata cómo, desde cuando Jesús empezó su iglesia, además de la predicación, atendían las necesidades de los más desfavorecidos. Todos los cristianos colaboraban para hacerse cargo de quienes, por diversas circunstancias de la vida, se encontraban en situaciones difíciles. A lo largo de los siglos, numerosos santos fundaron comunidades y obras que ofrecieron atención integral a las personas, promoviendo su desarrollo humano y espiritual. Lo hicieron con cercanía, con cariño, identificándose con los necesitados, no desde una posición superior, sino de igual a igual: como hermanos, todos hijos de Dios.

Nos exhorta el papa a buscar soluciones estructurales a los problemas sociales e injusticias del mundo y a permanecer atentos los unos a los otros, reconociendo en los necesitados al Señor, ayudándole a reafirmar su dignidad de persona y promoviendo su desarrollo integral.

El mejor servicio que podemos ofrecer es un buen trabajo, que permita a cada persona desarrollar sus capacidades y aportar con su esfuerzo personal. Pero cuando esto no sea posible, no debemos dejar de atenderlos ni de acompañarlos; estamos llamados a remediar su situación con nuestra cercanía, solidaridad y apoyo concreto. “El hombre generoso será bendecido, porque comparte su pan con el pobre” (Pr 22,9).

Dice el papa: “El amor cristiano supera cualquier barrera, acerca a los lejanos, reúne a los extraños, familiariza a los enemigos,… penetra en los rincones más ocultos de la sociedad. Por su naturaleza, el amor cristiano es profético, hace milagros, no tiene límites: es para lo imposible. El amor es ante todo un modo de concebir y vivir la vida”.

El amor verdadero no se queda en palabras, sino que se hace presencia, servicio y consuelo. Cuando un cristiano ama con ternura y justicia, el rostro de Dios se hace visible en medio del mundo. Que cada encuentro con el que sufre sea una oportunidad para decir, con nuestras manos y con el corazón: “Dilexi te… te he amado”.

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