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Columna

Patrimonio inmaterial

“Ese patrimonio material fue el que le dio a la ciudad la imagen para la consolidación del turismo internacional y sin duda va a seguir...”.

RAÚL PANIAGUA BEDOYA

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La información reciente relacionada con la presentación, por parte de la Secretaria de Planeación Distrital, del Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP) del Centro Histórico al Ministerio de las Culturas, se asocia con el debate abierto por el proyecto de resolución del PEMP del Paisaje Cultural, que como se ha dicho, involucra un área de 43.729 hectáreas, incluyendo una amplia zona que va desde Punta Canoa hasta Barú. A estos se suman las noticias del inicio de procesos de formación en conservación patrimonial por parte del Ministerio de las Culturas en la Casa de Bolívar y Benkos Biohó, y de la estrategia de formación patrimonial, presentado la semana anterior en la Escuela La Milagrosa, en el barrio Getsemaní. Estos procesos, con varios lustros de retraso, son de todas formas muy buenas noticias, dada la pobre formación que como ciudad y ciudadanos tenemos de lo que es y significa nuestro patrimonio material, de la precaria inserción de la formación patrimonial en el sistema educativo y en la ausencia de instrumentos e instituciones que asuman como su eje central la protección, formación, investigación y documentación de nuestro patrimonio material. Lo que hasta hace unos 13 años hizo la Sociedad de Mejoras Públicas, hoy no vemos quien haya asumido esa tarea, excepto la parte de administración y mantenimiento de las fortificaciones que hace la Escuela Taller.

Ese patrimonio material fue el que le dio a la ciudad la imagen para la consolidación del turismo internacional y sin lugar a dudas va a seguir por muchos años siendo parte de la fuente para el posicionamiento y para el crecimiento de ese tipo de turismo; pero los viajeros movidos por estos recursos físicos decrecen cada día más y por el contrario cada vez aumenta la llegada de turistas internacionales por el otro objeto de viajes, el patrimonio inmaterial, el asociado con lo que somos como sociedad, como cultura. Ese conjunto de características que nos hacen únicos tanto en la gastronomía, en la música, en las expresiones literarias y en particular en la forma de ser, expresivos, extrovertidos, abiertos, descomplicados, atentos y generosos, por lo menos en la sonrisa y en la disposición de relacionarnos con los visitantes.

Vemos que los esfuerzos por la formación patrimonial se siguen centrando en lo material, dejando de lado, o asumiendo muy marginalmente nuestro universo cultural inmaterial como objeto de reflexión, análisis y comprensión, para poder fortalecernos en lo que nos hace únicos, como es en ese diamante que es nuestra cultura en sus diferentes expresiones inmateriales. Ya hoy tenemos dos expresiones culturales en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial: Ángeles Somos y la Vida de Barrio de Getsemaní, por lo menos sobre estos dos deberíamos tener ya propuestas de comprensión y masificación de su significado, así como de un fuerte apoyo institucional.

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