Se cumplen 198 años de la fundación de la Universidad de Cartagena por iniciativa de ‘El Libertador’ Simón Bolívar y del general Francisco de Paula Santander, el 6 de octubre de 1827. Esta universidad se inventó para luchar contra el olvido, y ejemplo de ello es la aparición del Comité de Cine de la Universidad de Cartagena, creado por los estudiantes en 1977 y que aún funciona. Estudiantes convencidos del poder de las películas para emancipar las conciencias del público. El Comité de Cine fue uno de los tantos cineclubes que saltó los muros del claustro universitario, y durante poco más de tres años fue alternativa a la cartelera comercial dominada por Hollywood.
Gracias al Comité, el público cartagenero accedió a películas provenientes de la cinematografía mundial: cine del Caribe, cine norteamericano independiente, cine asiático, cine de los países comunistas. y también películas muy relevantes en la estética del cine, relativas al neorrealismo italiano, al expresionismo alemán, la nueva ola francesa, el cinema novo y el nuevo cine latinoamericano entre muchos otros.
Aquel público pudo saber del devenir cinematográfico mundial, con películas como ‘El acorazado Potemkin’ (Eisenstein, 1925), ‘Nosferatu el vampiro’ (Murnau, 1922), ‘Metrópolis’ (Lang, 1927), ‘El gabinete del doctor Caligari’ (Wiene, 1920) o ‘El Chico’ (Chaplin, 1921), entre muchas otras. Para entonces, yo era muy joven. Creo que era 1981. Me acuerdo que conocí al estudiante de Derecho, Emery Barrios Badel, quien al final de una tarde me dijo: “Vamos al Comité”. Quizás tenía unos 14 años y pasaban una película francesa de espadachines, en blanco y negro. Estábamos en el Paraninfo del tercer piso del Claustro de San Agustín.
¿Para qué reconocer la historia de los cineclubes fundados en la Universidad de Cartagena? Para darnos cuenta del poder que tienen los jóvenes, cuando deciden cambiar el mundo. Hace casi 50 años, aquel puñado de muchachos proyectaba sus ciclos de cine tres veces a la semana en los teatros Calamarí, Bucanero y, algunas veces en el Naval. Sabían bien que el cine puede liberar conciencias y el público les creyó.
La gente tenía sed de un cine distinto al comercial, y también, había sed de darse cuenta de las cosas del mundo. En la fila para comprar boletas había obreros, empleados, periodistas, amas de casa, estudiantes de colegio, docentes, secretarias, dependientes y público de barrio.
¿Qué significa para los jóvenes universitarios, de ayer y de siempre, luchar contra el olvido? Significa recordar dos cosas. Uno, que siempre hay que luchar por la igualdad entre semejantes. Dos, que no todo está perdido. Y el cine resulta crucial en esa lucha, porque las películas son el arte popular por excelencia del siglo XX y lo que va de este. Y porque el cine puede ser tan insospechado como la vida misma.