Hablar de salud mental en el departamento es hablar de una paradoja, durante el 2024 hubo al menos 33 casos de suicidio y cerca de 500 intentos, estadísticas que reflejan un incremento de casos de ansiedad, depresión y consumo de sustancias psicoactivas. Algo que también es evidente son las acciones institucionales que siguen siendo precarias frente a las necesidades. No se trata de una necesidad, sino del aprieto al que se expone toda la población por la inexistencia de una política pública de salud mental.
La propuesta de una política pública de salud mental para el departamento es un intento de transformación total, buscando entender que no es un asunto netamente médico, es una oportunidad de llevar bienestar a cada rincón del territorio. Ahora bien, a través de una visión 360° se podrán concretar acciones capaces de llegar a las escuelas, barrios y familias que más lo necesitan.
Entre 2019 y 2023 en el departamento se atendieron cerca de 70.000 casos relacionados con trastornos mentales y casi la mitad correspondió a niños y adolescentes con diagnósticos de ansiedad, depresión y dificultades escolares. Esto indica que toda una generación está creciendo padeciendo estas dificultades, aunadas a la problemática de consumo de sustancias psicoactivas como factor de riesgo, es vital garantizar que la juventud tenga acceso a una atención en salud de calidad, lo que se podría traducir en proyectos de vida prometedores que transformen la realidad de sus territorios.
También, los adultos enfrentan condiciones similares que, con las problemáticas propias de la edad -falta de recursos, informalidad laboral y desigualdad-, actúan como detonantes de ansiedad y depresión. La política para Bolívar debe priorizar a estas poblaciones, reconociendo que sus necesidades son distintas pero igual de importantes y significativas para generar bienestar. Además, hay que tener en cuenta que con prevención también se llega a reducir el costo en hospitalizaciones, la cronificación de trastornos y promueve la desnormalización de los perjuicios.
No podemos seguir tratando a la política pública de salud mental como el pariente que nadie quiere de las políticas públicas. En Bolívar, debemos priorizar el tamaño de la necesidad: niños, jóvenes y adultos que cargan con situaciones que muchas veces no comparten. Esta política debe ser un documento que recoja las necesidades y se traduzca en acciones en los barrios, escuelas y cada uno de los hogares. Atender la mente de la gente es atender lo más vital del departamento, porque sin bienestar emocional no hay progreso para la región.
Es una oportunidad que no debemos dejar pasar, Bolívar puede ser ejemplo si entendemos que cuidar la salud mental es cuidar a los bolivarenses, empecemos por ahí, sin excusas.